El pasado 1 de abril, sin saberlo, la oposición venezolana convocó a la primera de una inusitada cantidad de marchas contra diferentes instituciones de gobierno, marcando uno de los ciclos más turbulentos de su historia política reciente.
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En un acto simbólico, un manifestante utilizó la imagen de la Constitución como su resguardo ante la represión. Foto por EFE.
Las causas que unieron a los manifestantes en el primer momento siguen vigentes y coinciden con las exigencias que líderes internacionales hacen al gobierno venezolano: la liberación de presos políticos, el restablecimiento del hilo democrático constitucional, la celebración de elecciones generales, una salida del gobierno de Nicolás Maduro y una solución a la crisis humanitaria, provocada por la escasez de alimentos, medicinas y bienes básicos.
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En estos tres meses, sin embargo, lejos de escuchar el clamor ciudadano, el gobierno de Nicolás Maduro ha optado por reprimir a los manifestantes, lo cual ha dejado un saldo de 88 muertos y más de quince mil heridos en las noventa y un jornadas seguidas de manifestaciones.
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El 20 de abril, el joven Hans Wuerich protestó desnudo y envió un mensaje al gobierno: “no tengo miedo ni soy una amenaza”. Foto por AFP.
Sin vacilación, observadores locales e internacionales, periodistas, líderes opositores y algunas de las más prominentes figuras políticas del mundo entero han calificado al régimen venezolano como una dictadura y, por sus presuntos nexos con el crimen organizado, algunos han ido más allá y la han denominado una narcodictadura.
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Pero el régimen no se ha flexibilizado en sus posturas adversas a la crítica y la oposición. De hecho, ha intentado tomar medidas aún más represivas y buscar arreglos “institucionales” que blinden su poder y terminen de resquebrajar la influencia que de momento tiene la oposición, que controla desde inicios de 2016 la Asamblea Nacional.
Contra esta última, el gobierno ha desatado una serie de hostigamientos y atentados, ya sea mediante sus cuerpos de seguridad o por medio de los colectivos armados que actúan violentamente y en absoluta impunidad.
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La represión es un tema alarmante pero no es el único que aqueja al otrora país más próspero de América Latina.
Por las políticas económicas y monetarias, Venezuela está sumida en una profunda crisis humanitaria, donde el acceso a bienes y servicios básicos es escaso y muy costoso.
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Una de las más típicas escenas durante los últimos tres meses en las principales ciudades venezolanas es ver a jóvenes enfrentarse a las tanquetas de la Guardia Nacional. Foto por AFP.
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Miles de mujeres han salido también a las calles pese a la represión. Foto por EFE.
Según los últimos datos del Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros, una familia de cinco necesita 21 salarios mínimos para cubrir su canasta básica.
Sin embargo, en medio de toda la crisis ha habido héroes, millones de venezolanos que no han temido a la represión y algunos funcionarios que han roto filas con el chavismo para defender la legalidad. Estos llevan ya 91 días y no parecen desistir hasta ver a una Venezuela libre.