La mujer se llamaba Karla, tenía un hijo adolescente que también era pandillero, pero además era la mujer de Victorino Flores, uno de los cabecillas de la pandilla 18 revolucionarios que por más de dos años tuvo control absoluto del cantón Guadalupe La Zorra, del municipio de San Luis La Herradura.
En los peores momentos para los residentes de La Zorra y el apogeo para la pandilla 18 de ese lugar, el centro escolar no quedó exento de las tropelías de pandilleros. Los atropellos fueron variados. “Aquí la escuela estaba quedando sola. Los muchachos no venían a clases”, asegura un lugareño.
Y las cifras de deserción apuntalan lo que dice el hombre en las afueras de la escuela.
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Fue en 2012 que la matrícula comenzó a bajar. Ese año la matrícula fue de 563 estudiantes y finalizaron con 99 menos. Luego, en 2013, 522 estudiantes fueron inscritos pero al final del año habían desertado 102.
En 2014, la matrícula fue nada más de 486 pero solo 400 finalizaron el año lectivo. En 2015 iniciaron el año con 467 y fue hasta 2016 que se observó un leve incremento, pues matricularon 481, es decir, 14 más con relación a 2015.
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“Hubo mucha deserción porque hubo familias enteras que se fueron para Estados Unidos o para otro lugar de dentro del país, o bien solo mandaban a los hijos para Estados Unidos”, explicó la subdirectora del centro escolar.
Además de la migración familiar que propició la violencia en ese cantón, también los pandilleros prohibieron que estudiantes del cantón San Sebastián El Chingo, controlado entonces por la mara Salvatrucha, llegaran a estudiar a La Zorra.
Pero hubo formas más directas de afectación.
Una de esas fue cuando al director de la escuela le ordenaron que le cediera el usufructo de uno de los dos cafetines del centro escolar a Karla.
Los lugareños aseguran que fue Victorino (Toyino) quien le habló por teléfono desde la cárcel donde estaba recluido. El cabecilla le dijo que debía hacerlo como una manera de ayudarle a su mujer mientras él estaba preso. Al director no le quedó otra alternativa.
Pero Toyino era muy celoso y eso casi le cuesta la vida a un adolescente que estudiaba en esa escuela local.
Toyino le hablaba a Karla cada 20 minutos y se enfurecía si no le contestaba las llamadas. Tantos eran los celos y la furia que una vez que la mujer estaba muy atrasada atendiendo clientes, no pudo contestarle al cabecilla.
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De repente, en pleno acto cívico, varios pandilleros entraron a la escuela armados de garrotes y bates de béisbol. La orden que habían recibido desde el penal era que vapulearan a la mujer por no contestarle. Los pandilleros cumplieron la orden enfrente de todos los estudiantes que en ese momento estaban en formación.
Pero eso no fue todo. Toyino había designado a uno de sus sobrinos para que vigilara a Karla. El niño siempre portaba un teléfono y le reportaba al tío cada cosa que hacía la mujer.
Una tarde, un adolescente llegó a comprar una bolsa de agua y cruzó un par de palabras con Karla. El sobrino le reportó de inmediato. Le dijo a Toyino que Mayron le había subido la ceja a la mujer.
De inmediato, los pandilleros que se mantenían frente a la escuela entraron, se dirigieron al aula donde estudiaba Mayron y le pasaron un teléfono. El joven se salió de la clase. Se le miraba nervioso. La llamada terminó o se cortó. El joven volvió a su aula.
Pero luego los mismos pandilleros lo volvieron a sacar y le entregaron nuevamente el celular.
A los pocos minutos, un grupo de pandilleros lo sacó de la escuela ante la mirada impotente de los profesores y demás alumnos.
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Se lo llevaron para el lugar conocido como El Aguaje. Lo llevaban para asesinarlo. Y nadie podía hacer más que ver. Todos sabían que a matarlo iban.
Sin embargo, Mayron se salvó. Solo recibió una terrible golpiza gracias a que uno de los pandilleros le habló por teléfono a Saúl Flores, el otro cabecilla, y le informó que iban a matar al estudiante por orden de Toyino, su hermano.
Saúl les dijo que esperaran, que hablaría con Toyino. Y desde el penal de Izalco se comunicó al de San Francisco Gotera. Luego, Saúl ordenó a los pandilleros que tenían cautivo a Mayron, que solo le dieran una golpiza pero que no lo mataran.
Mayron fue uno de los estudiantes que desertaron. Su familia lo envió de inmediato para Estados Unidos.
Sin embargo, todo eso comenzó a desaparecer a mediados de 2013??? La policía comenzó a capturar a muchos pandilleros, otros se fueron y algunos desaparecieron o aparecieron muertos misteriosamente. Un grupo de hombres armados, unos 60 comenzó a imponer orden.
Para 2014 los profesores dejaron de pagar extorsión, el director dejó de recibir la orden de comprarles licor a los pandilleros que permanecían frente a la escuela y también los profesores dejaron de ser obligados a trasladar comida o transportar pandilleros en el carro en el que llegaban desde La Herradura.
Porque en los años más duros, los mareros de El Chingo prohibieron a los hombres usar la calle para salir de La Zorra. Entonces, los pandilleros obligaban al grupo de profesores a transportarlos en el carro en el que ellos se transportaban.
Y la Karla, de un día para otro desapareció. Dejó el cafetín. Cuentan que se fue con su hijo por temor a que la mataran “Los Veteranos”. Meses después supieron que la habían matado juntamente con el hijo pero en un lugar muy lejano de La Herradura.
Hoy la escuela de La Zorra ha vuelto a la normalidad. Son los profesores la autoridad.