Dar de comer a poblaciones urbanas, como son la mayoría de habitantes en nuestro país, requiere de complejas organizaciones, de cadenas de producción y servicio muy eficientes, para que cada mañana lleguen frutas, granos, legumbres, carne a los mercados y supermercados de El Salvador, no de carretas moviendo maíz y frijol.
Como contraste narraremos el caso de Panamá, que fue, como lo recuerdan muchos de sus hijos, un gran productor de bananas, los que ahora tienen que importar de Costa Rica o Ecuador, como también muchas legumbres y alimentos.
¿Cómo es que tal desastre tuvo lugar? La historia es muy aleccionadora, pues indica lo que sucede a los países cuando la codicia, la incapacidad y la estupidez asientan sus reales.
Las siembras de banano fueron obra de la United Fruit, que cultivaba en Panamá la marca mundialmente conocida de Chiquita Brands. Y para que los trabajadores no tuvieran preocupaciones que les restaran eficiencia, la firma estableció escuelas, clínicas, transportes y complejos habitacionales.
Todo marchaba muy bien hasta que grupos sindicalistas se dieron a la tarea de agitar a los trabajadores, pedir más y más prestaciones, exigir participación en las ganancias y morder, morder y morder la mano que les alimentaba.
La situación se volvió tan difícil y peligrosa para la empresa que tomaron una decisión radical: ¿No les gusta que estemos aquí? Pues les dejamos todo, háganse cargo de administrar las siembras y nosotros les compramos los bananos siempre que su calidad y tiempos de entrega encajen con nuestras exigencias.
Eso mismo sucedió en Guatemala y Honduras, donde la frutera entregó todas las tierras e instalaciones para que fueran los locales los que cargaran con las responsabilidades y entregaran el producto.
Un tiempo más tarde, lo mismo sucedió con la empresa Del Monte, vendedora de productos enlatados, que se retiró por la misma causa: agitación sindical, amenazas, colosal estupidez.
La Del Monte, por cierto, quiso establecerse en El Salvador, pero dado el desastre causado por la “reforma agraria” de los golpistas del 79, impuesta desde fuera por un tal Prosterman, que ya había causado desastres en el Asia y particularmente en Japón con sus esquemas, nadie garantizaba que la empresa iba a poder trabajar con seguridad sus plantaciones aquí.
Dar de comer a grandes ciudades
no es de carretas llevando granos
La agricultura, pese a lo que creen los ignorantes y sostiene el oficialismo, no es dominio de labriegos o pequeños agricultores (los que ocupan su lugar en una sociedad libre), sino una actividad que requiere técnica, profesionales de alto nivel, complejas organizaciones y muy refinada administración.
En Estados Unidos la agricultura a gran escala es la actividad que más tecnología punta utiliza, pues lleva control hasta del último gramo de pienso con que se alimenta el ganado, para decirlo en términos fáciles.
Los pequeños agricultores y los labriegos, a quienes los golpistas del 79 les entregaron las tierras mejor trabajadas del país, tierras que se marchitaron manteniéndose en la bancarrota al día de hoy.