Niñas que sobrevivieron a la muerte de sus padres viven en la pobreza
Niñas huérfanas tras el asesinato de sus padres en el cantón Flor Amarilla Arriba, Santa Ana, ocurrido en octubre de 2016, viven en condiciones de extrema pobreza junto a su abuela y bisabuela.
Los pies descalzos y sucios de las niñas reflejan a fondo las condiciones de extrema pobreza en las que viven, pies que no han recorrido largo camino, pero han sufrido mucho.
Esta es la vida de las niñas que perdieron a sus padres hace casi un añ??o, a causa de la violencia. Su abuela y bisabuela hacen todo por sacarlas adelante, en medio de la dificultad y pobreza.
Los pies descalzos y sucios de las niñas reflejan a fondo las condiciones de extrema pobreza en las que viven, pies que no han recorrido largo camino, pero han sufrido mucho.
La humilde cocina en la cual se preparan los alimentos, fue un obsequio de la fallecida madre de las pequeñas, Xiomara López. En ella se lee una inscripción que reza: “Esto es un regalo de Dios”.
Las condiciones de vida en las que se encuentran son muy precarias. Su desayuno consiste en un trozo de pupusa con curtido.
No hay agua potable en su casa, por lo que se sirven del agua lluvia para subsistir.
Su imaginación no tiene límites al igual que su necesidad de jugar con todo en casi cualquier momento y con cualquier cosa.
En sus manos, las niñas sostienen una figura de peluche, como regalo de sus padres hace mucho tiempo, siendo este el único objeto de valor que poseen de sus progenitores.
Tatiana de 4 años, posa con una figura sonriente sacada del cuento de Blancanieves.
Maybelline de 2 años, abraza a su coneja gris de la cual no se separa en ningún momento.
Estela de 5 años, posa con un pequeño tigre y un oso de peluche.
Doña Blanca prepara a las niñas para ir a la escuela. Las peina con delicadeza para que vayan arregladas a clases.
Sus útiles escolares son cuadernos rotos y desgastados.
En una pequeña mochila desgastada, Tatiana alista sus cuadernos para la escuela.
Doña Blanca acompaña todas las mañanas a las dos pequeñas a la escuela, que esta a varios kilómetros de su casa.
Doña Blanca posa con una fotografía de su hija asesinada, que es uno de los pocos recuerdos que le quedan para aferrarse. Han pasado ya ocho meses desde que enterró a su hija y a su yerno.