Apenas tres de cada diez jóvenes en nuestro país tienen empleo, lo que comprueba el fracaso de las políticas implantadas por los efemelenistas, pero, lo más grave, su absoluta insensibilidad hacia los problemas y dificultades de los salvadoreños, que están pasando de difíciles a destructores.
La actitud de ellos es la de “mientras nosotros estemos bien y vayamos implantando nuestra agenda política, no hay razón para cambiar de curso”. Y de tumbo en tumbo pretenden llevar a este país al “socialismo”, pero sin que nada garantice que la gente tendrá qué comer, cómo educarse, cómo trabajar y cómo curarse de enfermedades cuando la mala suerte y la mala nutrición hagan sus efectos.
Regularmente se realizan ferias de empleo, o empresas anuncian que están listas para contratar a un buen número de jóvenes, lo que de inmediato lleva a que se formen largas filas de aspirantes, pero la mayoría tiene que regresar a su casa sin nada entre manos.
Lo más frustrante para esos jóvenes y personas que buscan empleo es que una parte de ellos ha cursado estudios e inclusive se han graduado como técnicos o profesionales, lo que indica que se invirtió capital en esa preparación –capital, tiempo y la posibilidad de hacer otras cosas– sin obtener mayores frutos o resultados.
Crear empleo no es sólo una tarea necesaria en este país, sino en todos los países, pues las personas que trabajan son, por lo general, autosuficientes, pueden mantenerse por sí solas y contribuir al mantenimiento de sus familias, además de que aportan al bienestar general. Y quienes trabajan no tienen tiempo para actuar contra la ley, colocarse al margen de la ley o pasar buscando la forma de emigrar a otros países, lo que es riqueza que se pierde.
Pero crear empleo, como ya lo hemos señalado en muchas ocasiones, requiere de capital, de ideas, de reglas claras, de perspectivas de que van a recibirse beneficios.
El país desperdicia talento que requiere para alcanzar el desarrollo
Durante muchos años, hasta que iniciaron los desórdenes y la violencia política en los Setenta, literalmente eran muy pocos los salvadoreños que emigraban, lo que permitió a un número de ellos a establecerse en Estados Unidos, principalmente en el área alrededor de San Francisco, sin dificultades. Y allí siguen sus descendientes…
Pero obviamente el cuadro cambió cuando la agitación sindical, previa al inicio de la guerra de los Ochenta, fue cerrando fábricas hasta convertir el área de desarrollo industrial y de servicios de San Bartolo en un desierto. Siguió la destrucción, la quema de buses… una mayoría lo recuerda o lo conoce.
Destruir es siempre muchísimo más fácil que construir; una catedral puede tomar siglos en levantarse y un picapiedrero destruir, siguiendo el ejemplo citado por Escrivá de Balaguer.
Lo lamentable, trágico, es que todos eso jóvenes ahora sin ocupación a causa de las políticas del partido oficial estarán aportando mucho para encaminar este país a niveles superiores de desarrollo, más considerando que cada uno de ellos podría ser un gran ejemplo para los que no tuvieron oportunidad de prepararse, pero que encajan en las cadenas productivas que la gente educada forma.
Lo que necesita el país no son peroratas de odio como las del 1 de mayo, sino restablecer el ambiente propicio al trabajo.