Frustraciones cíclicas

A menos que aprendamos a ejercer un sano escepticismo frente a los fenómenos electorales, el engaño y la frustración seguirán siendo nuestros escarmientos cíclicos.

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Un joven sostiene un rótulo con el mensaje "No a la dictadura" durante una concentración en contra del gobierno de Maduro realizada en la Plaza Italia. Foto/Mauricio Cáceres

Por Federico Hernández Aguilar*

2017-05-02 9:09:55

Qué lejanos quedaron aquellos días de campaña en que el FMLN nos garantizaba que su gobierno sería moderado, abierto al diálogo e inclinado siempre a respetar las condiciones mínimas de la democracia. Tales promesas empezaron con Mauricio Funes, claro, el primer candidato presidencial efemelenista que hizo creer a muchos que él y su partido eran capaces de practicar la tolerancia. Schafik Handal fue siempre, en ese sentido, mucho más honesto.

El 17 de agosto de 2008, en la XXIV Convención Nacional del Frente, el entonces aspirante Funes expresó que “no es el debate entre capitalismo o socialismo lo que debe ocupar nuestras energías; el debate actual sobre el que deberán elegir los salvadoreños es entre democracia o autoritarismo???”. Y para reforzar la idea según la cual su partido abandonaba por fin los dogmas ideológicos en favor de la prosperidad, Mauricio llegó a afirmar: “Mi gobierno será el mejor defensor de la iniciativa privada, porque entiende que para repartir con equidad y justicia la riqueza, primero hay que producirla. Y para ello necesitamos que los emprendedores privados y el Estado sellen una fuerte alianza desde el inicio”.

¡Incluso musicales sonaban aquellas ofertas! Funes se proponía a sí mismo como alguien que podía darle una vuelta de calcetín a la política nacional. La corrupción y el clientelismo serían cosa del pasado, la transparencia irrigaría todos los espacios de la función pública, y el uso “patrimonialista” del gobierno, hasta ese momento odiosa característica de las administraciones areneras, daría paso a una gestión presidencial que daría “felicidad para todos los salvadoreños y salvadoreñas (sic)”. Apenas antes, en referencia a su propio crecimiento personal, Mauricio había saludado a su “querida esposa Vanda Pignato, quien compartiendo mis ideales estará siempre a mi lado trabajando por la construcción de un nuevo El Salvador”. (Telón piadoso).

En 2014, los compromisos líricos estuvieron a cargo del profesor Sánchez Cerén, que no por carecer de la elocuencia de su antecesor dejó fuera del discurso el slogan rimbombante y la promesa grandilocuente. El propio 9 de marzo, al saberse ganador de las elecciones, el actual mandatario declaró que abría sus brazos “a la oposición política, para que construyamos juntos una agenda de país, que busque darle respuesta a los problemas que tenemos (¿?) la mayoría de los salvadoreños”.

Pero cuánto puede el ejercicio del poder volver cínicas a las personas lo demuestra una declaración que el candidato Sánchez ofreció en abril de 2013, cuando un reportero le preguntó qué mensaje le enviaba, como aspirante oficialista, a los famosos cuatro magistrados de la Corte Suprema de Justicia. “Yo creo que la Sala de lo Constitucional es defensora de la Constitución”, respondió sin titubeos el profesor. “Creo que en ese sentido ha logrado respaldo y opiniones favorables en muchos sectores???”. Y remató: “???porque es defensora de la Constitución”. (Hoy nos parece un chiste, ¿verdad?).

Quien estas líneas escribe podría llenar decenas de columnas enumerando promesas que el FMLN ha pisoteado en casi ocho años de gobierno. No es la idea. Lo que me interesa señalar es una de las grandes lecciones históricas que este proceso político debería dejarnos a los votantes salvadoreños, y es la siguiente: a menos que aprendamos a ejercer un sano escepticismo frente a los fenómenos electorales, el engaño y la frustración seguirán siendo nuestros escarmientos cíclicos.

Con esa misma suspicacia, por cierto, también deberíamos escuchar las ofertas de todos los demás partidos, incluyendo a ARENA. Si bien es cierto que el FMLN ha demostrado una mayor habilidad y desfachatez en la “venta de humo”, la oposición ha estado bastante lejos de recuperar la confianza con que en su día le premiaba la población. Las decepciones por ese lado tampoco han sido pocas.

Examinemos a nuestros políticos contrastando sus palabras con sus acciones. Considerémonos siempre merecedores de candidatos que respeten nuestra inteligencia. Superemos, en fin, ese anodino fervor partidario que solo produce líderes mediocres. Seguro que nos iría mejor.

*Escritor y columnista de El Diario de Hoy