A sombra que para tratar lo que no necesita tratamiento alguno, el futuro de la dictadura venezolana, cancilleres de varios países hispanoamericanos se reúnan en San Salvador, cuyo gobierno respalda a ese moribundo régimen.
Comencemos por un hecho fundamental: no es “Venezuela” la que abandona la OEA, sino la dictadura de Maduro que se ufana, como lo declaró su canciller, de haber creado la CELAC, un ente sin mayor trayectoria ni logros y en el que espera refugiarse.
Si, ciñéndose al más elemental ejercicio democrático como es llevar a cabo un plebiscito o una elección y viendo las fotografías de enormes concentraciones humanas que casi no dejan espacio para un alfiler, nadie puede alegar que el grupo que encabeza Maduro tiene algún atisbo de legitimidad, pese a los populachos armados y pagados que en ocasiones sueltan para hostigar a los ciudadanos, agredirlos e intentar dispersarlos.
El principio que debe regir los actos humanos —no hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti— no pierde validez en lo que concierne a las naciones: no promuevas para un pueblo lo que no desearías para el tuyo. Y es seguro que ninguno de los presentes querrá para sus compatriotas lo que están sufriendo los venezolanos.
En esta clase de cónclaves el protocolo y la más elemental hospitalidad obligan al país anfitrión a agasajar a los congregados con cenas y cortesías, pero nadie espera que en una de las comidas se ofrezca a los invitados lo que ha sustituido a la arepa como el plato nacional de Venezuela: la basura.
“Comer basura” se agrega a la falta casi total de medicinas, a las precarias condiciones que privan en los hospitales, donde niños y adultos mueren por falta de antibióticos, a la falta de repuestos para vehículos y maquinaria, a no contar con jabón, con papel higiénico, con agua ni energía. Defender a un régimen cuyas supercherías económicas son la causa, es haber perdido toda decencia.
Esas penalidades no las sufre Maduro, su mujer Cilia (cuyos sobrinos están cantando en una prisión federal de Nueva York pillados por narcotráfico) y las hijas de Chávez, una de las cuales fue investigada por la justicia argentina por supuesto contrabando y corrupción.
Venezuela, las FARC, droga y la amenaza a nuestros pueblos
Lo de Venezuela trasciende, en toda medida, el problema de un régimen fallido, de una nación que implosionó, que se tragó a sí misma, como víctima del agujero negro de su propio populismo.
Eso sería rescatable y podría justificar un esfuerzo hemisférico para sacar a la nación del propio hoyo que se labró. Pero el asunto es mucho más siniestro al transformarse Venezuela, por todas las señales que se denuncian, en la salida de la droga que cultivan las FARC en Colombia, lo que inclusive ha llevado, de acuerdo con el diario ABC de España, a que una de las principales figuras políticas del régimen encabece un cártel de la droga, con la complicidad de algunos militares de alto rango, uno de los cuales fue capturado en el Caribe y luego liberado después de la amenaza del régimen de Maduro de atacar militarmente.
De ser señalada como un centro de distribución de droga, de permitir el uso de sus aeropuertos para transportarla al África y, aparentemente a Cuba, Venezuela se convierte en una gravísima amenaza internacional. Tal es el enfoque que una conferencia de cancilleres hemisféricos debe tener como trasfondo para proteger a nuestros pueblos.