¿Qué decirle a tantos salvadoreños que nunca han tenido un carro y que luego de ahorrar un dinero al fin logran tener su primer carrito? Y se enfrentan a que quizá no fue una buena idea ya que los “tráficos pesados” son insoportables, no se diga en las capitales y grandes urbes. La congestión vehicular no es un fenómeno salvadoreño, es la norma en toda América Latina. México D.F. es la ciudad más congestionada del mundo y Río de Janeiro la cuarta.
En Latinoamérica el carro se considera un símbolo de estatus. Estudios consideran que cuando una persona logra un salario determinado lo primero en lo que piensa es en la compra de un carrito, aunque sea usado. En países como Argentina y México hay un vehículo por cada cuatro personas.
Los llamados “tráficos pesados” tienen repercusiones e impactos sociales y económicos impactantes. En un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) la forma de medirlos es en referencia al nivel de servicio de la infraestructura. La congestión llega cuando esa capacidad se colma y hay disminuciones de velocidad y aumento de pérdidas de tiempo.
El estudio del BID en cinco de las megaciudades de América Latina encontró que casi 28 millones de personas gastan una hora y media viajando entre sus orígenes y destinos. Se estima que esta pérdida de tiempo y productividad equivale al 2.5 % del PIB, la suma de US$132,350 millones al año. ¡Se imaginan a cuantos sistemas de transporte público equivale ese dinero!
Problemas de transporte masivo existen en todos los países. Por ejemplo, Lima sufre un caos vehicular insoportable. Existe una línea de metro pero igual se ha visto sobrepasada por la demanda: expertos afirman que faltan cinco líneas de metro adicionales en el sistema para aliviar el caos.
¿Por qué hay presión para reducir al tránsito en América Latina y no es lo mismo en Estados Unidos donde en promedio cada habitante tiene un automóvil? Es de destacar que en Estados Unidos y países europeos ya existen otras innovaciones que podrían traer también grandes oportunidades a las urbes latinas, como los autos de propiedad compartida o los servicios que prestan compañías como Uber, Lyft, BlaBlaCar y otros, que cada vez más, sobre todo entre las generaciones más jóvenes, hacen que muchos ciudadanos se cuestionen el contar con un vehículo propio, una nueva realidad que podría ayudar a disminuir la cantidad de autos que circularán por nuestras calles en un futuro no lejano.
Más allá de la discusión sobre los vehículos del futuro, nuestras ciudades necesitan invertir más en fortalecer sus redes de transporte público. Los autobuses, los buses de tránsito rápido o los trenes eléctricos, son sistemas eficientes que contribuyen a mejorar la calidad de vida en las ciudades al reducir la desigualdad de ingresos, promover la equidad de género, generar empleo, reducir las emisiones de carbono y facilitar el acceso a centros de educación y salud, y a lugares de esparcimiento para todos los ciudadanos, independientemente de su nivel de renta.
Lástima el Sitramss, que siendo una buena idea original nació con dificultades. No se tomaron en cuenta observaciones técnicas ni de derechos constitucionales, lo que nos tiene a la espera del fallo de la Sala de lo Constitucional, para que enderece el proyecto. Los estudios, diagnósticos y estadísticas exigen crear soluciones, mejorar el servicio público con dignidad. Las soluciones al transporte en las ciudades latinoamericanas deberían ser mucho más sostenibles en el futuro y deberían ir de la mano de un nuevo modelo de desarrollo urbano. Pero, sin lugar a dudas, toda solución dependerá de las decisiones que tomemos hoy.
* Columnista de El Diario de Hoy.
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