Cada 16 horas, un niño es abandonado por su familia en El Salvador

La mayoría de los infantes en abandono tiene de cero a nueve años de edad. En 2016 hubo 535 menores de edad abandonados, de esos 296 quedan institucionalizados, según datos del Isna.

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Por Nancy Hernández

2017-04-23 6:30:15

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Los 55 años de edad ya pesan en los hombros de Maribel Santos de Granados, pero cuidar a siete “angelitos”, cuyas edades van desde los seis a diez meses de edad, tiene más peso que los achaques de la edad. Maribel también podría ser llamada un ángel guardián de infantes abandonados.

En El Salvador, en los primeros 59 días de este año, 51 bebés, que no pasan los tres meses de edad, fueron abandonado en basureros u hospitales, según datos oficiales.

A Maribel, no es extraño verla sentada en una esquina con un bebé recostado en el brazo izquierdo y una pacha en la mano derecha, mientras le susurra palabras de cariño para hacerlos sonreír o persuadirlos de tomarse la leche. Ella es una de las seis “nanas” del Hogar San Vicente de Paul, donde llegan a parar todos los recién nacidos y niños de hasta 18 meses abandonados porque es el único lugar que los recibe.

Ella dejó a sus tres hijos biológicos para cuidar a bebés menos afortunados, que están en el hogar días y a veces hasta años, ya que a pesar de que hoy, 24 de abril, entra en vigencia una nueva ley de adopciones, esta es igual a la anterior, no estipula plazos en el proceso de investigación y adopción.

Hasta la semana pasada, el hogar tenía 24 bebés en el área de cero a 18 meses de edad, todos al cuido de seis personas, divididas en dos turnos.

Hay niños que ya tienen más de 15 días de estar en el Hogar luego de que un juez de los tribunales especializados de niñez y adolescencia decreta Acogimiento Institucional porque se determinó que no había parientes que se hicieran cargo de ellos.

Cuando los bebés son encontrados, la Junta de Protección del Consejo Nacional de la Niñez y Adolescencia (CONNA) se encarga de realizar las investigaciones para encontrar a la familia biológica del bebé, si después de este período no los encuentran, los juzgados dictaminan el acogimiento institucional por tres meses.

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Muchos de los bebés que están en el área donde trabaja Maribel ya tienen esta medida, la cual ha sido renovada varias veces, puesto que hay niños que ya tienen año y medio de estar en el San Vicente de Paul.

Según las estadísticas proporcionadas por la Unidad de Acceso a la Información del Instituto Salvadoreño Para el Desarrollo Integral de la Niñez y la Adolescencia (ISNA) entre enero y febrero de este año ingresaron al sistema 328 niños y adolescentes por la causa de abandono.

De este total, 51 son menores de cero a tres años de edad, 20 fueron niñas y 31 niños. Los restantes 277 van de tres hasta adolescentes.

En el mismo periodo de 2016, el instituto recibió 68 bebés, de estos 32 fueron niñas y 36 niños.
De estos bebés, 36 están institucionalizados (19 niñas y 17 niños), mientras que 32 fueron devueltos a algún miembro de su familia biológica.

El año pasado, el abandono fue una de las principales causas de ingreso de menores de edad al Isna, de cero a 18 años el instituto recibió 535 menores y de estos fueron acogidos por el Hogar 296 menores.

Los más pequeños siempre van a parar al San Vicente de Paul, el único que tiene las condiciones para recibirlos de inmediato.

A veces, Maribel presta atención a los niños de las ocho de la mañana hasta las cinco de la tarde, otras veces de seis de la tarde a ocho de la mañana.

Quizá por la experiencia, quizá por su corazón de madre o la mezcla de ambos, pero ella conoce muy bien los comportamientos de los 24 “angelitos” a su cargo.

En el San Vicente de Paul, los menores de edad son clasificados de cero a seis meses de nacidos, de siete a diez meses y por último “los muchachos”, quienes son los bebés que empiezan a caminar y balbucear palabras.

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En abril, a Maribel le toca cuidar a los “medianos”, los bebés de seis a diez meses, en mayo estará a cargo de “los muchachos”.

Asegura que para ella es “una gran bendición” poder ver las primeras sonrisas de los bebés, escuchar los balbuceos y ver los primeros pasos e incluso las caídas de los niños.

“Uno se encariña con los bebés, se acostumbra a ellos como que fueran de uno. Yo los siento como que fueran mis hijos y así los cuido”, dice Maribel.

Para ella es “muy doloroso” cuando los niños pasan a otra área del hogar o cuando se van porque han encontrado a la familia, ya que se encariña tanto de ellos que siente que “un pedazo de mi se va”. Sin embargo, dice estar consciente que el niño estará mejor con su nueva familia.

En la actualidad, Maribel tiene a su cargo siete niños, mientras alimenta a uno los demás duermen o juegan.

“Fernando acaba de dormir como cinco minutos y ya se acabó la pacha”, interrumpe cuando escucha llorar a un niño y pide que le den atención. Con la mirada inspecciona en las siete cunas para luego poder seguir la conversación.

“A mí me extraña a veces que las jovencitas de ahora con un niño se atrasan y yo aquí a veces tengo a los cinco pidiéndome comida, otros llorando y tengo que ver como solvento para darles la atención a todos”, expresa.

La rutina

Son las 12:30 del mediodía. Una bebé de tres días de nacida, abandonada en el hospital de Santa Ana, es entregada a los brazos de las de la directora del hogar.

Para Maribel, lo más importante es darles atención, cariño, amor, procurar el bienestar físico y emocional de los niños porque muchos de ellos llegan deprimidos, resentidos, con el corazón roto.

“A veces tenemos niños que vienen bien serios, apagaditos pero con el cariño y atención que les damos aquí logramos que se rían y se sientan queridos”, dice Maribel.

La nueva bebé es chequeada por un médico y le asignan una cuna en el segundo nivel del viejo edificio, de tres pisos.

Los brazos piadosos del ángel guardián de los niños abandonados la llevan por un pasillo a media luz, al fondo hay 15 gradas, los dibujos en las paredes tratan de disimular la ausencia de los padres; la palabra “Bienvenida” buscan suavizar la situación de los pequeños.

El cuarto de los niños está iluminado, la luz del sol muestra los colores de las sábanas, los dibujos en la paredes, los peluches y juguetes sobre las camitas. Hay música suave, instrumental.

Las cunas están al centro de la sala, cubiertas de mosquiteros. Los balancines y coches estacionados a los costados.

Aunque es casi la 1:00 de la tarde, los bebés duermen la siesta; pero los más grandes están parados, sosteniéndose del barandal de la cama.

No hubo emociones, ni llanto , cuando la nueva bebé fue recostada sobre la cuna.

“Qué pasó princesa ??? tomate la pacha”, le dice Maribel a una de las bebés, que ya llevan un buen tiempo internada.
La bebé suelta una sonrisa; Maribel se llena de esa alegría.

Desde las 8:00 de la mañana hasta las 5:00 de la tarde, las horas transcurren en el vaivén de una esquina a otra.

Cada día, la primera actividad de Maribel es dar de comer a los niños; la estrategia es alimentar primero a los que están despiertos y a quienes lloran por hambre. Después, los deja jugando y sigue alimentando a quienes recién abren sus ojos.

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“No podemos decir que vamos a dormir porque tenemos que estar pendientes cuando ellos despiertan y darles sus pachitas o ver por qué lloran. También tenemos que lavarles las cobijitas que ellos usan, desinfectarlas. Tenemos que planchar y doblar su ropita, lustrar los zapatos de los que ya usan”, describe.

Sor Leticia Abarca Chinchilla es la directora del Hogar; ella recalca la importancia de propiciar a los niños un ambiente acogedor, donde se sientan protegidos y queridos, por eso la decoración del lugar, las plantas, los dibujos e incluso el color de las paredes es importante.

“Sé que todo eso (la decoración) ayuda al niño a sanarse, a llenar el vacío que la madre les dejó. El ambiente y cómo sean tratados va a marca toda su vida. El color morado es para sanar el corazón y satisfacer la necesidad de amor que tienen los niños, son aspectos psicológicos que ayudan a los niños a sentirse mejor”, dice la religiosa.

Ana Ruth Vega, psicóloga de la Subdirección de protección de derechos del Isna, explica que uno de los aspectos psicológicos que trabajan con los niños es la autoestima, lo cual les ayuda a estar conscientes de lo que son capaces y no menospreciarse.

Las educadoras, como Maribel, tienen un rol importante en la vida de los infantes que crecen en el Hogar; ellas y los demás niños representan la familia que no tienen y una forma para dar y recibir cariño.

“Los niños están tan familiarizados con la personas que los cuidan que saben cuándo van a llegar y si no llegan preguntan por ellas. Ellos están bien al pendiente porque les toman cariño”, manifiesta la psicóloga.

En el grupo que tiene a cargo Maribel hay dos niños con microcefalia, Cristian y Johana.

Ellos son los consentidos de Maribel y a quienes les dedica más tiempo; tarda más en alimentarlos y bañarlos, les da terapia física y hace “piojitos” en la cabeza para relajarlos y reducirles la ansiedad.

Niños con padecimientos, como el de Cristian y Johana, tiene menos posibilidades de ser adoptados, expone la coordinadora de la Oficina para Adopciones (OPA), Alejandra Cerna.

“Las familias no solicitan (niños) con esas características”, advierte Cerna.

En 2016, esa oficina recibió 12 solicitudes de adopción de familias salvadoreñas y 10 de extranjeras.
El patrón de los solicitantes salvadoreños es que buscan adoptar niños menores de cinco años; mientras que los extranjeros buscan infantes más grandes o adolescente.

La solicitud de adopción enfocadas en bebés tiene un gran obstáculo porque las investigaciones que realizan las instituciones para determinar que el infante no tiene familia biológica pueden durar años; entonces cuando los niños ya están listo para ser adoptados han cumplido los ocho años o ya son adolescentes.

De acuerdo con datos oficiales de la semana pasada, 110 menores tienen la posibilidad de ser adoptados, pero solo entre 25 y 30 tienen la Resolución de Adoptabilidad, lo cual les posibilita que puedan ser vinculados a una familia.

De esos 30 menores solo hay un niño de ocho años de edad, el resto son adolescentes.

De ese grupo, otros menores de edad tienen discapacidad física o mental.

“No tenemos solicitudes de familias que quieran niños mayores, todas piden pequeños y no adolescentes”, lamenta Cerna.

Según datos del Isna, en 2016 se emitieron 128 Resoluciones de Aptitud de Adoptabilidad para menores que estaban institucionalizados; 70 niñas y 63 niños.

Cerna asegura que la Oficina para Adopciones realizar la investigación de las familias solicitantes y emite una resolución en cuatro meses; así que ella alega que no es en esta fase donde el proceso se estanca.

“Las familias son declarada idóneas en cuatro meses. Tengo familias declaradas idóneas desde hace años, pero no tengo niños de las edades requeridas por es esa familia. Tengo muchas familias, pero no hay niños porque todas quieren niños chiquititos”, lamenta.

En el país, los trámites para declarar a un niño adoptable tardan años porque la Ley para adopciones, tanto la antigua como la actual, no determina períodos para las investigaciones y este es uno de los principales aspectos que deberían de ser cambiados o reformados para garantizar al niño el derecho a familia que tiene y que no pase toda su niñez en un hogar, opina Cerna.

La nueva ley tampoco establece plazo para las investigaciones de búsqueda de familia biológica, pero sí para procesos relacionados a las investigaciones de las familias adoptantes.

La principal diferencia entre la antigua ley de adopciones y la que entra en vigencia este mes es que el Isna ya no está facultado para dar las resoluciones de adoptabilidad, ya que estas estarán a cargo de los Juzgados especializados; es decir que pasa de un ente administrativo a uno jurídico.

Mientras se llevan a cabo los procesos que establece la Ley de Adopciones y los niños esperen que un juez diga que los pueden adoptar, mientras los bebés sigan siendo abandonados en hospitales, calles y basureros; mujeres, como Maribel, seguirán en el segundo nivel del Hogar San Vicente de Paul programando música instrumental infantil, velando el sueño de los niños y con los brazos abiertos dispuesta a recibir y dar amor a los nuevos huérfanos.

Ella aseguró que hasta que Dios se lo permita estará ahí, en la sala cuidando de los bebés que nadie quiso cuidar y brindándoles el amor que ellos necesitan.

“Ellos significan el Dios mismo, en chiquito, a través de ellos yo le estoy sirviendo a Dios y ellos llegan a ser parte de uno”, confiesa.