En recuerdo a Eco, un Baudolino fantasioso que cuenta la realidad

Eco se ???encarna??? en Baudolino, ese campesino piamontés fantasioso que cuenta a su manera la vida, su vida y su alrededor; esto nos transporta al mundo fantástico propio del saber popular de los hombres comunes y corrientes.

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Por Ricardo Chacón*

2017-03-18 9:20:47

Todavía tengo en mi mente al Umberto Eco, el filósofo, historiador y novelista italiano quien falleció hace 13 meses, con sus textos complicados, muy complicados como “La Estructura Ausente” o “Semiótica”, desarrollando sesudos análisis de corte estructuralista. Estudiarlo fue muy duro, pero sin duda alguna “forjaron” la disciplina del estudio, aunque la metodología de este autor ha quedado en el olvido, incluso el mismo Eco dijo que había abandonado los intentos de entender y explicar la realidad y que mejor se dedicaría a “contarla”. Así fue como se hizo novelista.

Recién he releído no “El nombre de la rosa”, su primera novela, sino “Baudolino”, obra en la que Eco nos hace navegar a través de la imaginación de un campesino del bajo Piamonte historias llenas de vida, emoción y delicadeza; se trata, como dicen los comentaristas “de la novela más lúdica, rebosante de humor, fantasía y libertad absoluta escrita hasta el momento por Eco”.

La novela, cuya primera edición es de febrero de 2003, nos introduce al pensamiento y el ambiente medieval; Baudolino no es más que el hombre común y sencillo, fantasioso, que ve el mundo que le rodea con la sencillez del hombre común y corriente, sin embargo sus “historias” no son más que la visión del mundo que le rodea; probablemente no explique ni dé cuenta científica de los fenómenos, pero sí tiene la profundidad propia del saber popular.

El primer capítulo, por ejemplo, es toda una epifanía lingüística, muy propia de Eco; comienza la lectura y no entendemos mucho, sobre todo porque el autor mezcló dialectos y lenguas cultas para presentarnos la visión de “un aldeano que a sus catorce años se ve arrojado al centro del mundo, que aprende a escribir en Alemania, pero intenta escribir en la lengua que sabe”. A la vez, y esto es en parte la maestría narrativa, hay aventuras menudas y conmovedoras, como el orgasmo de un temprano abrazo sexual, que para el protagonista es un auténtico cataclismo: “hame venido como una apocalypsin”, escribe Baudolino en su lengua inventada.

En una de las explicaciones, Baudolino nos cuenta “…el universo está hecho como un tabernáculo y, por lo tanto, si te explico cómo es el tabernáculo, te explico cómo es el universo. ¿Cómo puede ser que no entiendas una cosa tan sencilla? Mira… Y le trazó un dibujo: mostraba la forma del universo, exactamente como un templo, con su bóveda curvada, cuya parte superior permanece oculta a nuestra vista por el velo del firmamento. Debajo se extiende el ecumene, es decir, la tierra sobre la que vivimos que aun así no es plana, sino que se apoya sobre el océano, que le rodea, y se eleva por una pendiente imperceptible y continua tanto hasta el extremo septentrión como hacia occidente, donde se yergue una montaña tan alta que su presencia escapa a nuestros ojos y su cima se confunde con las nubes. El sol y la luna, movidos por ángeles (a los que se deben también las lluvias, los terremotos y todas los demás fenómenos atmosféricos), por la mañana pasan por delante de la montaña e iluminan el mundo, desde oriente hacia el mediodía, y por las noches se remontan hacia occidente y desaparecen por detrás de la montaña, dándose la impresión de que se pone el sol…”.

Pueda que sea una cita larga, y lo es, pero esto me permite señalar la maestría de Eco para dibujar el mundo de la época, a la que conoce perfectamente porque es un especialista en el tema.

Eco, quien por mucho tiempo trató de desentrañar los signos de la vida a través de la semiótica, es un Baudolino más, que ahora se dedica a contar la realidad; probablemente esto no explica qué son las cosas, sin embargo nos permite conocer lo que nos rodea.

En la novela “El nombre de la rosa”, donde se busca la sabiduría, los libros secretos de Aristóteles, Eco asume como prioridad narrar más que intentar descubrir lo que hay detrás de los signos.

Igual proceso pareciera que vivió Aristóteles muchos siglos antes de la era cristiana cuando intentó por todos los medios saber qué es el ser; siguió el camino de los sofistas, el de la lógica, la física o la metafísica, entre otros caminos; ninguno le llevó ni le dio la respuesta definitiva, sin embargo incursionó y dejó doctrina sobre todos y cada uno de los caminos seguidos.

Igual Eco, ahora convertido en Baudolino, busca y busca cómo nacen todos aquellos hechos que forman la historia mitológica que determina el accionar de muchos.
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*Editor Jefe de El Diario de Hoy.
ricardo.chacon@eldiariodehoy.com