En 1765 el filósofo suizo Jean-Jacques Rousseau hizo referencia, en su autobiografía “Les Confessions”, a “una gran princesa”, quien al darse cuenta que su pueblo experimentaba hambre por la falta de pan respondió: “déjalos comer pastel”. Una antigua anécdota china cuenta que cuando se le dijo al emperador que su población no tenía qué comer, pues no había arroz, este pidió que le dieran carne.
En el Festival del Buen Vivir celebrado en Soyapango, el Presidente de la República donó una cafetera a un agente de la Policía Nacional Civil. A pesar de ser un acto simbólico, este ilustra una desconexión entre la clase gobernante y la realidad nacional, tal como fue el caso de la “gran princesa” y el emperador.
La donación – en teoría – se puede tomar como una muestra de apoyo a la labor de la PNC así como un compromiso a mejorar las condiciones laborales de los agentes. Poco después del evento, el Presidente recalcó en Twitter que “es importantísimo asignar todos los recursos necesarios” a la PNC y Fuerza Armada “por el excelente trabajo que están desarrollando”. Sin embargo, este apoyo y compromiso contradice las acciones del Gobernante y su gobierno.
Actualmente el país experimenta una severa crisis fiscal y la implementación de medidas de austeridad se vuelve cada día más necesaria. Esto parece no ser una prioridad para el Ejecutivo, quien continúa utilizando fondos para programas meramente propagandísticos.
Asimismo, como consecuencia de dicha crisis y la escasez de fondos, el oficialismo ha reasignado 7.5 millones de dólares del impuesto de seguridad – destinados para fortalecer el combate al crimen – para cubrir otros gastos. En lugar de “asignarle” a las fuerzas de seguridad los “recursos necesarios”, el gobierno se los quita y les da un par de cafeteras en su lugar. Claramente en la realidad, las palabras del Gobernante no tienen sustento alguno.
Por otra parte, las condiciones laborales de los elementos de seguridad no son las mejores, tanto por la falta de fondos como por las medidas de acuartelamiento aprobadas por la Asamblea Legislativa. La entrega de la cafetera, sin embargo, se dio frente a las cámaras de televisión, en un escenario mágico con aplausos y sonrisas; en una realidad alternativa. ¿Por qué no se hizo la entrega en una subestación? ¿Por qué no se le mostró a la población y a los funcionarios el día a día que experimentan los agentes? La clase gobernante estaba en vuelta en lo que llamo “la Política del Pastel”.
La Política del Pastel – basada en la icónica frase de la “gran princesa” – ocurre cuando las entidades gobernantes de un país se encuentran en un estado de desconexión con la realidad del mismo. Dicha separación es tan grande que se abre la puerta a la creación de realidades alternativas y/o paralelas, tanto de manera intencional como natural.
La politización de la seguridad pública u otro bien público es un ingrediente esencial para la Política del Pastel, ya que esta busca alterar la realidad con fines electorales.
Lo ocurrido en el Festival del Buen Vivir o el desfile de autoridades de seguridad en la Asamblea Legislativa que recibió la crítica del diputado Wright Sol, lo ejemplifican. La situación en las estaciones, las calles, comunidades y barrios es diferente y en varias ocasiones contrastante.
Como ciudadanos debemos de estar alerta y siempre dudar y cuestionar la realidad que nos presenta todo gobierno en el presente y en el futuro.
Es interesante imaginarse a la “gran princesa” y al emperador en El Salvador de hoy en día. Posiblemente cuando les notifiquen de la falta de fondos y equipo, y de las condiciones laborales de los elementos de seguridad, estos respondan: “déjalos tomar café”.
*Colaborador de El Diario de Hoy.