Atrévase a ser feliz. La quinta gran revolución de la Psicología

No importa cuáles sean las experiencias feas de su pasado, usted puede aprender a ser plena, genuina y establemente feliz. No solo en Navidad, no solo en su cumpleaños, sino cada uno de los días del resto de su vida. Es cuestión de valor.

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La ICP presentó su propuesta para reformar el sistema de pensiones el pasado miércoles 22 de febrero.

/ Foto Por MC

Por Jorge Alejandro Castrillo Hidalgo*

2017-03-03 9:24:00

Mi saga de las revoluciones en la Psicología llega ahora a su fin con esta quinta: la Psicología Positiva. Intuyo que no es casual que esta última revolución haya surgido al final del siglo XX y florezca a inicio de este siglo XXI (como lo están haciendo para nuestro deleite los árboles de mango, de almendro de río, de cortés blanco y maquilishuat). Intuyo que los finales de siglo influyen definitivamente para que sucedan grandes cambios en la humanidad. En este caso, la psicología ha logrado dar un salto cualitativo de tal importancia, que marcará senderos diferentes para el trabajo diario de profesionales en psicología y, presumiblemente para la vida cotidiana de quienes se decidan a aprovechar el salto. 

Quienes cultivan flores o frutos, dedican buena parte de su tiempo a limpiar el terreno, a quitar abrojos y malezas, a combatir insectos y plagas que pueden dañar y malograr la producción. Este trabajo de limpieza requiere de técnica, cuidado y precaución (de allí la palabra abrojo = abrir los ojos), es arduo, es necesario. Todo lo que se quiera decir de él es poco, pero no garantiza una buena producción del fruto o de la flor, que es lo que queremos. Se necesita también regar el sembradío, abonarlo, proporcionar nutrientes a las plantas si se quiere conseguir frutos hermosos y sabrosos, flores sanas y bellas. Hubo un tiempo en el que peras, manzanas y uvas se comían solo para Navidad, pues solo para entonces se los encontraba a la venta en nuestros mercados. Presumo yo que solo por esas épocas se cultivaban en donde podían ser cultivados. Si ahora podemos comer esas frutas durante todo el año, imagino que es porque se han desarrollado técnicas que permiten cultivarlas permanentemente.

¡La de veces que hemos escuchado en nuestra práctica clínica decir a las personas, como motivo de consulta, “lo que más quiero es que me ayude a ser feliz”! Dadas nuestra formación, perspectiva y las técnicas con que contábamos, traducíamos esa demanda como “ayúdeme a salir de esta depresión”, “a liberarme de esta ansiedad”, “a deshacerme de esta idea obsesiva”, “a salir de mi encerramiento”, o lo que fuera el síntoma principal que llevaba al paciente a buscar nuestra ayuda. La revolución que ahora oso presentar, fundada en una nueva y visionaria comprensión de la felicidad y el bienestar humano, nos permitirá a los psicólogos cambiar el objetivo de nuestro trabajo: del tratamiento de la enfermedad mental, de ocuparnos en aliviar el sufrimiento y la miseria emocional de las personas como lo hemos venido haciendo por algo más de un siglo, podremos pasar ahora a procurar la búsqueda de una auténtica, genuina y duradera felicidad para quienes busquen nuestros servicios. De quitar malezas a abonar y regar las plantitas.

Martin Seligman, ahora profesor de “Psicología Positiva” en la Universidad de Pensilvania, es el autor y promotor más reconocido de esta forma, aparentemente nueva, de ver la vida y la psicología. A diferencia de A. Beck (padre de la anterior revolución en Psicología Cognitiva y quien fuera su mentor de maestría en aquella universidad), Seligman venía de trabajar experimentalmente con ratas en laberintos y “cajas de Skinner”: creció profesionalmente durante el apogeo de la revolución conductista y, ni modo, el aprendizaje fue uno de sus temas de estudio. También había pasado antes por el estudio serio de la Filosofía, lo que lo armó bien para liderar y afianzar el movimiento que ahora lidera. 

Seligman condujo uno de los experimentos más impactantes en la historia de la psicología (comentado en estas mismas páginas por el Dr. Sifontes hace unos sábados) que lo hizo distanciarse del conductismo y postular la “Teoría de la Desesperanza Aprendida”. Alcanzó la fama editorial fuera del campo de la psicología años después cuando, luego de continuar experimentando y teorizando, escribió su libro más famoso “Learned Optimism” cuya lectura recomiendo altamente (sobre todo porque tiene una gran facilidad para escribir y explicar en términos sencillos y aplicados espinosos aspectos teóricos). Creo que desde entonces (1980) empezó a dar pensamiento a los conceptos básicos de la Psicología Positiva. El buen hombre no es “cinco de yuca”: fue presidente de la Asociación Americana de Psicología, ha incidido fuertemente en la discusión de algunas entidades consignadas en el DSM- V (“el libro” que incluye los diagnósticos psiquiátricos: lo que allí aparece paga su tratamiento las compañías de seguros; lo que no, no existe como enfermedad) y se ha ganado un merecido prestigio profesional.

Sé que esta reseña es insuficiente, pero es lo que el espacio permite para anunciar esta buena nueva: no importa cuáles sean las experiencias feas de su pasado, usted puede aprender a ser plena, genuina y establemente feliz. No solo en Navidad, no solo en su cumpleaños, sino cada uno de los días del resto de su vida. Es cuestión de valor. 

*Sicólogo y colaborador 
de El Diario de Hoy.