Le echaron tierra a la muerte de Gustavito

El caso de Gustavito inquieta: a dos semanas de la muerte del hipopótamo, no hay respuestas ni se ha esclarecido el hecho, en el que obviamente hubo mano criminal.

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Fiscales de Guatemala, Thelma Aldana, y de El Salvador, Douglas Meléndez, participaron, el jueves, en foro sobre impunidad. Lo organizó embajada de Canadá y la ONU.

/ Foto Por Jessica Orellana

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2017-03-09 9:26:00

El exmagistado Hernández Valiente se pregunta por qué la Fiscalía no ha ordenado la captura de Mauricio Funes, quien, al ser enjuiciado por presunto enriquecimiento ilícito, corrió a asilarse en Nicaragua, país que comienza a perfilarse como refugio de personajes con cuentas pendientes con la justicia en la región y pronto en Iberoamérica una vez que se desgrane la dictadura venezolana.

Esa misma suerte seguramente correrá Maduro, que no encuentra a dónde largarse a menos que sea Corea del Norte o Irán además de Nicaragua.

Como señalamos hace un par de días, la Fiscalía debe hacer un esfuerzo mayor de cara a la opinión pública, que quiere ver que se haga justicia en ese y otros casos.

Por ejemplo, el caso de Gustavito inquieta: a dos semanas de la muerte del hipopótamo, no hay respuestas ni se ha esclarecido el hecho, en el que aún no se descarta que hubo mano criminal y el animal no pudo ni defenderse, pues la reacción instintiva de estas especies al verse atacadas es muy violenta, lo que en su hábitat hace que otros animales muy fieros como los cocodrilos no se metan con ellas.

Hay que considerar el hecho de que casi inmediatamente después de la muerte de Gustavito haya aparecido un grupo blandiendo un legajo con veinte y cinco mil firmas, que no se recolectan ni en un mes, pidiendo el cierre del Zoológico.
 

¿Quién no se sacude de horror
con la galería de desaparecidos?

 

Sufriendo El Salvador una criminalidad sin precedentes y que lo convierte en una de las naciones más violentas del mundo, junto a Afganistán y Venezuela, es tan importante también que se persiga a los corruptos sean de la bandera que sean, como que se esclarezca el caso de los miles desaparecidos que, según se dice, ya nadie busca pues hay muy dolorosa resignación en sus familias.

No hacerlo socava la confianza de la población en el orden de leyes.

 Autoridades forenses no descartan que muchos de ellos seguramente fueron victimizados en el periodo de la “tregua”, cuando se trataba de hacer creer que había una reducción significativa de homicidios de las pandillas, pero en realidad mataban a las personas y las enterraban clandestinamente para no abultar las cifras de asesinatos.

Contemplar una parcial galería de los álbumes de familia de los desaparecidos que ya nadie busca, muchachos y muchachas adolescentes que aparecen sonrientes en las fotos, sacude el alma, haciéndonos preguntar cómo es que se ha llegado a este horror y por qué combatirlo no parece ser la prioridad de autoridades y comunidades.

En todas partes el arma principal en el combate contra el crimen es la información, la “inteligencia” sobre las bandas, sus cabecillas, su ubicación, sus movimientos, sus finanzas. 

Aquí, por desafortuna, las averiguaciones, los seguimientos, los acosos no van dirigidos a entender, identificar y desmantelar esos grupos, cuanto a espiar y ocuparse de lo que gremiales, líderes empresariales y opositores hacen.

Y a ello se suma lo de fabricar “pruebas” como se dio a conocer con la captura de dos agentes que plantaban marihuana en los detenidos, o los extremos a que se llegó para acusar a un joven capturado por error de “extorsión”.

El Salvador tiene que recuperar la confianza para salir del agujero oscuro donde lo ha metido el efemelenismo.