Así viví la elección del Papa Francisco

El lunes inicia el quinto año de pontificado de Bergoglio. Estos son algunos de mis recuerdos como corresponsal en el Vaticano, cuando en 2013 fue elegido el primer Papa latinoamericano.

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/ Foto Por EDH / René Estrada

Por Jaime García Oriani*

2017-03-11 6:11:00

11 de febrero de 2013. En Roma el cielo estaba gris. El clima, poco agradable para quien viene de ambientes tropicales, era lluvioso y frío. Por momentos caían minúsculos copos de nieve que no lograban cuajar. 

Mientras tanto, muy cerca del radiador para tomar un poco de calor, repasaba mis apuntes para un difícil examen al que me sometería el día siguiente. Estaba totalmente sumido en la materia, cuando una llamada del canal de televisión en el que trabajaba en Guatemala, me alertó que Benedicto XVI había renunciado. 

Sin pensármelo mucho, dejé mis libros y me dirigí a toda prisa a la Plaza de San Pedro. En el camino, buscaba información en distintos medios. La noticia fue lanzada por la agencia italiana ANSA. Una de sus periodistas, Giovanna Chirri, se encontraba en la sala donde el Papa alemán anunció su renuncia frente a varios cardenales. Gracias a su conocimiento del latín, Chirri entendió las palabras con las que Ratzinger dijo que dejaba el ministerio petrino. 

Era difícil creer una noticia de este tipo, no solo por su magnitud, sino también por el tiempo que había pasado desde la última dimisión de un Romano Pontífice. En 1294, Celestino V huyó de Roma poco después de su elección, para evadir el cargo; y en 1415 Gregorio XII –el último Papa en renunciar antes de Benedicto XVI- dejó el pontificado por las agitaciones y presiones de otros por competir por ese cargo. 

En la zona del Vaticano, la gente estaba más o menos enterada. Eran pasadas las 12:30 del mediodía y medios de comunicación ya se encontraban en el lugar, buscando reacciones. 

Un día antes de hacerse efectiva su renuncia, el 27 de febrero, Benedicto XVI sostuvo su última audiencia general. La Plaza de San Pedro estuvo totalmente llena, al igual que la aledaña Pío XII y la Via de la Conciliazione, pese a ser un día laborable en Italia. 

El 12 de marzo inició el Cónclave que concluiría con la elección de Francisco. Para entonces, hacía 15 días que me había acreditado como periodista en el Vaticano. Mi número de carnet: 5426. Se calcula que en torno a la renuncia e inicio de pontificado del argentino, casi 7 mil periodistas se registraron ante la Sede Apostólica. 

Entre los profesionales de la comunicación había de todo. Uno de ellos, periodista de un respetable medio francés, siempre había cubierto espectáculos y temas culturales. Aunque contaban con un corresponsal especializado en temas eclesiales, con uno no bastaba para tan magno evento, así que enviaron a quien pudieron. Él disfrutó de la experiencia, pero sufría al no comprender las “extrañas” palabras, tecnicismos y latinismos de moda en esos días. Las cosas se le complicaban cuando debía explicar el trasfondo teológico del significado del papado o escribir sobre los temas que discutían los cardenales, previo al Cónclave. 

Se esperaba que fuera una elección rápida, como efectivamente sucedió. Debíamos estar pendientes, con los ojos encima de la pequeña chimenea instalada en el tejado de la Capilla Sixtina. 

La noche del 13 de marzo de 2013, bajo una delicada lluvia que anunciaba el final del invierno, el mundo conoció al sucesor de Benedicto XVI. 
Tras el “Annuntio vobis gaudium magnum”, la muchedumbre estalló en aplausos. Jorge Mario Bergoglio se asomó tímidamente por la Logia de la Basílica a una plaza abarrotada y ornamentada por paraguas y flashes.

Los periodistas que nos encontrábamos en la terraza de Carlo Magno, a un costado de la Basílica de San Pedro, teníamos una vista prodigiosa del nuevo Papa. Pero no todo podía ser perfecto: el sonido de los parlantes en esa zona era pésimo, sufríamos los efectos de los bloqueadores de señal de móviles de la Capilla Sixtina y el wifi estaba saturado. Por fortuna, los empleados del Vaticano solucionaron los inconvenientes rápidamente. 

Las primeras palabras del Papa número 266 me recordaron a aquellas de Juan Pablo II en 1978, cuando dijo que venía desde un país muy lejano. En un italiano oxidado por el tiempo y desuso, Francisco pidió que rezaran por él en silencio. La gente enmudeció. Un impresionante contraste con la plaza que minutos antes había aplaudido y gritado incansablemente. 

*Periodista. 
jaime.oriani@eldiariodehoy.com