En el Sector 9 de Mariona conviven hoy la esperanza y la desesperanza. La esperanza de una ciudadanía que considera que el sistema de justicia en El Salvador está dando importantes avances, y la desesperanza de los que nunca imaginaron que iban a pasar sus días y noches en el inmueble menos valorado del país, construido sobre la porción menos codiciada de la “tierra cuscatleca”.
En el Sector 9 de Mariona hay mucha tristeza. Tanto de quienes allí habitan, como de aquellos que en ellos depositaron su confianza pensando que, tal vez, desde sus respectivas trincheras, iban a trabajar únicamente en beneficio del país, y que ahora esperan que la justicia determine su inocencia o culpabilidad.
En el Sector 9 de Mariona hay muchas oportunidades perdidas. Oportunidades de construir escuelas, hospitales -e irónicamente- la oportunidad de erigir un sistema penitenciario más digno y con menor hacinamiento. Se perdió la oportunidad de dejar un buen legado para las futuras generaciones; de liderar el desarrollo sostenible del país y el combate al crimen. Incluso, se perdió la oportunidad de llevar sano entretenimiento, a través de la radio y la televisión, a un pueblo inmerso en la preocupación y en la falta de oportunidades, que disfrutaba de las elocuencias de un particular presentador.
En el Sector 9 de Mariona hay mucho que lamentar. Se lamenta el pasado, el presente y el futuro de toda una nación históricamente sumida entre los abusos, la corrupción y la criminalidad, cometida impunemente desde los más altos y hasta los más bajos estratos sociales. Se lamenta también el presente y el futuro de las familias de los detenidos, que ahora están desintegradas y con el mundo caído encima, y el de las víctimas de la presunta red de trata de personas.
En el Sector 9 de Mariona hoy transcurren sus días, entre otros, el implementador de la Súper Mano Dura, junto con quien más fuertemente condenó la “tregua hipócrita”, la cual fue auspiciada por otro personaje que, de no haber huido, seguramente compartiera las mismas colchonetas con ellos. No cabe duda que en el Sector 9 de Mariona hay muchos espacios vacíos que nunca podrán ser llenados por todos los que deberían estar allí.
Afuera del Sector 9 de Mariona, tenemos a un hermoso país, con playas, montañas, volcanes y lagos a muy corta distancia. Un país que está en una ubicación geográfica privilegiada, a pocas horas de algunas de las ciudades más importantes del mundo, y que goza de tener una población reconocida por su laboriosidad, que persiste aún frente a las situaciones más adversas.
Afuera del Sector 9 de Mariona, tenemos también a un país que ha sido saqueado de un presente provechoso y de un futuro prometedor. Un país que vive en su propia cárcel, rodeada de alambres de púas, cables electrificados y con un ejército de seguridad privada. Un país en el que algunos justos sufren de una inmerecida e ilegal persecución y espionaje, mientras muchos criminales gozan de la falta de persecución del Estado. Es un país -en teoría- pobre, donde las necesidades más básicas de la población son deficientes e insuficientes, pero en donde los que administran la cosa pública llevan una vida de primer mundo.
No hay duda que dentro y fuera del Sector 9 de Mariona, en El Salvador se vive la esperanza y la desesperanza.
*Abogado y colaborador
de El Diario de Hoy.
@Arevalo_Rengifo