Los populistas y sus retos

Trump, sin embargo, pinta que terminará siendo una excepción. No solo por su capacidad de producir riqueza, sino porque en su país –por contraste con buena parte de América Latina– las instituciones funcionan.

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Por Carlos Mayora Re*

2017-02-10 8:19:00

Estábamos acostumbrados a un populismo, llamémosle de izquierda, bastante “ortodoxo”; ese que aglutina a las personas de menor poder adquisitivo en contra de lo que Bernie Sanders llamó en la campaña presidencial la “clase de los billonarios”. Un sistema que ha tenido su apogeo en Venezuela, y que también ha sido la ideología de partidos que siguen el malhadado socialismo del siglo XXI, Podemos en España, y otros. 

Sin embargo, últimamente han surgido populismos, digámosles de derecha, como el Frente Nacional francés, o el British People’s Party de Inglaterra, que comparten algunas de sus ideas con los planteamientos que llevaron a Donald Trump a la presidencia.

A la lucha de clases típica de la izquierda, Trump añadió un sabroso ingrediente: enfrentó a la gente común y corriente, ricos y pobres, obreros, intelectuales y empresarios pequeños y grandes contra tres “enemigos de clase”: a) los políticos de carrera, de allí su famoso eslogan de “drenar el pantano” de Washington; b) los medios de comunicación de izquierda y centro izquierda, cuyas opiniones publicadas a fin de cuentas resultaron bastante distanciadas de las opiniones públicas; y c) todos los que no encajan en su idea de cómo tienen que ser los “verdaderos” americanos: por eso sus diatribas en contra de los inmigrantes ilegales, musulmanes radicales, afro americanos, etc.

Sin embargo, además de lo que tienen en común: identificar “clases” entre la gente y enfrentarlas entre sí, tanto los populismos de derecha como los de izquierda padecen del mismo mal: toman el poder y luego no son capaces de hacer realidad las promesas de campaña ni de gobernar con un mínimo de sensatez. Descuidan dos asuntos vitales: la generación del dinero necesario y su adecuada administración, y el respeto a las instituciones estatales.

Es muy diferente prometer, enardecer los ánimos, atacar a los que gobiernan antes de uno, y luego cumplir lo prometido. Los auténticos populistas, sin excepción, llegan al poder y al poco tiempo –ante sus patentes fracasos– se vuelven expertos en encontrar excusas, culpables, sistemas o estructuras que les “impiden” hacer realidad sus magníficas intenciones.

Un poco como les pasa a nuestros románticos y soñadores gobernantes, que pensaron que con empujar por la inclusión, por la equidad, por darle “trabajo” a la gente en el gobierno (que en muchos casos consiste en asignar salarios y poco más), todo estaba hecho. 

Pero no. Se les olvidaron dos importantes detalles: primero que todos sus planes y políticas, sus idealismos y romanticismos sociales no funcionan sin dinero; y segundo que un Estado es una realidad sumamente compleja, que necesita de mucha capacidad para llevarlo adelante.
Como los populistas resultan muy buenos creando y manteniendo polarización social, conflictos de clase, etc., y francamente malos creando riqueza… fracasan. Y si, además, acaparan las instituciones del Estado y centralizan en pocas personas todo el poder, la eficacia del gobierno depende de la capacidad, o incapacidad, de unos pocos. 

Es prácticamente imposible ser populista y buen estadista. Es un disparate crear discordia, atacar el aparato productivo, desmantelar el Estado y simultáneamente pretender que los dineros fluyan sin más a las arcas públicas. 

Trump, sin embargo, pinta que terminará siendo una excepción. No solo por su capacidad de producir riqueza, sino porque en su país –por contraste con buena parte de América Latina– las instituciones funcionan. Cuenta con límites y balances internos, una opinión pública independiente y crítica, un espíritu democrático sólido, y el activismo de muchas personas (no hablo de los histéricos que recurren a la violencia callejera) sensatas que tienen algo que decir y no solo gritar insultos al que gobierna.

Sin embargo, sigue siendo una caja de sorpresas. A ver cómo funciona su receta de populismo-nacionalismo-económico-social. 

*Columnista de El Diario de Hoy. 
@carlosmayorare