Guatemala suspendió la venta de energía a El Salvador por el impago de una deuda de varios millones de dólares.
El secretario de la presidencia, por su parte, vuelve a la carga sobre “la necesidad” de hacer una nueva estructuración fiscal, lo que los efemelenistas llaman “pacto” aunque nadie en el sector productivo esté dispuesto a pactar con gente que, como lo señaló hace pocos días el economista Manuel Hinds, no tiene la menor capacidad para manejar la hacienda pública.
Esa falta de idoneidad se manifiesta en la casi nula experiencia y habilidad de los funcionarios encargados para hacer números, programar desembolsos, cuidar balances, no gastar más de lo que ingresa ni menos despilfarrar sin sentido.
Van de descalabro en descalabro aunque a ellos en lo personal les va muy bien de la manera que están exprimiendo a los salvadoreños…
El presidente de la Asamblea ya declaró que no van a aprobar más impuestos, lo que indica que la opinión pública ha tomado conciencia de la necesidad de recortar radicalmente los gastos exorbitantes del Estado.
El problema que enfrentan los del partido de gobierno es el bloqueo mental que tienen sobre las capacidades innatas de las personas, que hacen de unos excelentes arquitectos mientras otros no destacan por faltarles el empuje, la tenacidad y el saber, cualidades que les faltan a ellos, obsesionados como están con sus arcaicas doctrinas para hacerse con el poder aunque arruinen los países donde se imponen.
En su lúcido análisis, el ingeniero Hinds señala varios hechos: el primero es el incremento desorbitado de los gastos del gobierno, principalmente en los salarios de los funcionarios que ganan mucho más que la media de ejecutivos en el país, pero sin tener capacidad o conocimientos que lo justifique. Literalmente están usando dineros públicos para su enriquecimiento privado.
Una perversa política contra el empleo
lo que es contra el sustento de la gente
Otro hecho que se destaca es que El Salvador es un país de clase media, pese a las políticas efemelenistas contra el empleo, políticas perversas pues atentan contra la capacidad de personas y familias para ganar su sustento.
El gobierno dispensa enormes cantidades de dinero a entidades sin que haya criterios claros, fuera de lograr alianzas con diversos grupos. Esas “alianzas” las costea cada ciudadano salvadoreño, directamente o a través de un desmejoramiento de los servicios públicos, los únicos a los que tiene acceso la mayoría.
A esto se suma el que el gobierno corre de un fuego a otro, pasando dineros sin mayor lógica, como echar mano del presupuesto de seguridad para pagar el Fovial. De ocurrencia y ocurrencia, del insaciable apetito para hacerse de fondo a toda costa, aunque con eso se generen más necesidades.
Su voraz apetito por los dineros públicos les ha llevado a incrementar la empleomanía estatal de 159 mil a más de doscientos mil, lo que no mejoró nada pero empeoró todo al incrementar trámites, exigencias, requisitos.
El Salvador es y sigue siendo un país de clase media, que además superó la economía de vender materias primas para crear una economía de productos industriales, muy competitiva en Centroamérica.
Pero cada vez hay menos inversión, menos optimismo y desorbitado endeudamiento.