María Díaz de Chanico, de 47 años, residente de la Hacienda La Labor, cantón Chipilapa, en Ahuachapán, había cultivado durante toda su vida al aire libre y en pequeños espacios de su vivienda, pepino y tomate.
La producción que obtenía era un 40% de lo esperado porque al no estar en un ambiente controlado, las plagas dañaban la producción.
Pero su situación cambiará este año ya que Feed the Children, una organización no gubernamental que tiene su origen en Estados Unidos, está desarrollando el proyecto de producción de hortalizas en ambientes controlados a través de las denominadas casas mallas.
Son 11 familias beneficiadas con el proyecto, que busca garantizar su seguridad alimentaria, generar empleos y, por ende, que tengan ingresos económicos.
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La también síndica de la Asociación de Desarrollo Comunal Integral de Mujeres Emprendedoras (Adecime), expresó que su fuente de ingreso era la venta de gallinas y huevos; pero que con la incursión en el cultivo de chile dulce y tomate en ambientes controlados, tendrá una nueva alternativa que sume a su hogar.
El director en El Salvador de Feed the Children, Ricardo Candray, explicó que en las 11 casas mallas tendrán una ganancia por producción de $10 mil, que serán repartidos entre las familias. En un año tendrán dos cosechas.
A la producción que tengan a finales de febrero le aplicarán una fórmula de cadena de valores para que sea utilizado de forma correcta.
El 5% será para ayudar al centro de alimentación infantil que funciona en la comunidad y que atiende a 250 menores, el 10% está destinado a consumo de seguridad alimentaria de las familias dueñas de una casa malla, y un 10% para autoahorro.
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El resto de la producción (75%) podrá ser comercializado en el mercado local con el fin de que los beneficiarios sean autosostenibles con el cultivo de hortalizas.
El técnico de la misma entidad, Ricardo Campos, expresó que el beneficio de cultivar de esta forma es el fortalecimiento de nutrientes de las hortalizas, el uso eficiente del agua para riego ya que no se evapora como cuando cultivan a cielo abierto, y, además, no enfrentan problemas con plagas al no permitir el ingreso de insectos.
Todo ello permitirá que cada infraestructura tenga una producción de 1,000 libras de tomate y 500 de chile dulce.
Cada casa malla está construida en una área de 8 metros de ancho por 12 metros de largo. Tiene 10 años de vida útil.
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El proyecto es una alternativa de ingresos para las familias, que anteriormente trabajaban en las fincas de café. Sin embargo, a partir de 2013, estas fueron afectadas por las roya y muchos de sus propietarios optaron por abandonar dicho cultivo.