El diseñador Hannibal Laguna, con una amplia clientela en América Latina, sabe muy bien que “cuando en Europa nos abrigamos, allí están en pleno verano”, una razón por la que propuso estampados florales de invierno y de verano, para conseguir lo que él mismo define como el “microclima Hannibal Laguna”.
Dibujos pintados a mano para después pasar por un proceso de digitalización, que evita que se puedan “copiar” o piqué de algodón con efecto espejo que lo “hace más apetecible”, construyeron una colección en la que el largo de los vestidos se recorta por delante para dar protagonismo a los zapatos de su propio sello.
Lee también: Figuras del mundo de la moda dicen “soy un inmigrante”
Laguna no renunció a los escotes generosos, a los que incorporó la técnica de los “maillots” de gimnasia rítmica que consiste en poner una doble capa de tul, “para que no se desplacen” y se mantengan las asimetrías.
Con el objetivo de renovar sus propuestas, el creador apostó por el “contraste de materiales y estructuras”, donde conviven grandes escotes con cuellos a la caja, e incluso un poco subidos, y vestidos largos con faldas sobre la rodilla o minis.
El diseñador no dudó en afirmar que España se ha convertido en el centro neurálgico de la moda para América Latina, el destino hacia donde miran clientes de Panamá, Colombia, Puerto Rico, Costa Rica o Venezuela, que están “acostumbrados a la costura a medida”, un aliciente para todos los creadores que “no hacemos moda industrial”.
Libertad, sensualidad y calidad fue el lema de Andres Sarda que llevó a la pasarela rústicos bustier de rafia, conjuntos de tul y seda o miriñaques de latón dorados con tules y encajes de chantilly, una prendas tan osadas como enérgicas.
“Prendas románticas, delicadas y sensuales”, explicó Núria Sardá, quien propuso conjuntos lenceros de tul flocado y encajes de chantilly, cuajados de lazos.
La década de los ochenta fue el punto de partida de la propuesta del argentino Roberto Torretta que, además de renovar el sastre con tejidos masculinos y siluetas muy femeninas, propuso una manga jamón contenida.
“Es una sastrería muy cuidada con mucha atención a los detalles”, asegura.
Fiel a la esencia de la firma, sobre la pasarela se han visto tres tipos de pantalones: bombacho y alto de talle; muy entallado y rectos con pinzas, una pieza que constantemente se combina con vestidos “con la intención de crear único ‘look’”.
La aristocracia y su abolengo es el epicentro de la colección de Teresa Helbig, un pequeño universo que plasmó en vestidos de encaje de chantilly, delicadas blusas victorianas o pichis de cuadros escoceses rojos.
Sobre la pasarela se vio un minivestido de terciopelo azul con cráneos de venado bordados con perlas, un abrigo con plumas de marabú, faldas de “tartán” con cadenas doradas, un toque punky a prendas ultra femeninas.