Enero marca el principio del año escolar, cuando muchísimos niños inician su educación, otros suben de nivel y los más afortunados finalizan la etapa del aprendizaje infantil y juvenil para incorporarse a la vida universitaria, a escuelas técnicas, a formarse en especialidades o tomar un empleo.
La enseñanza ha sido una de las grandes víctimas de la agresión mental y luego armada que sacudió y continúa victimizando nuestro país, pero cuando hay voluntad, deseo de aprender, racionalidad en lo que se hace y buenos libros, un joven puede educarse indistintamente de donde vive, como lo logran los hijos de misioneros en medio de tribus primitivas.
La escuela no es siempre un local medianamente adecuado para enseñar, pues escuela hizo Sócrates y antes los sofistas deambulando en las calles y mercados de Atenas, como escuela hacen también artesanos, padres, religiosos y personas de bien que toman bajo su cuidado a niños y jóvenes que anhelan saber cosas y entender el mundo.
Escuela son los grandes Diarios, las bibliotecas, salas de conferencia, programas diversos, lo que se encuentra en la Internet y los cursos que se ofrecen en el espacio cibernético libres de costo.
Escuela es un buen amigo que aconseja, las mamás que se dedican a sus hijos, los papás que en sus conversaciones y su tiempo en familia pasan consejos y experiencias.
Pero escuela es primordialmente un centro donde maestros exponen, piden atención, dictan, narran y prodigan afecto a sus alumnos.
Y en la medida que escuela sean locales adecuados, tengan techo y agua, brinden una medida de seguridad a maestros y alumnos, mejor serán los resultados.
En muchos países la escuela tiene prioridad sobre otras funciones estatales, pues escuela es futuro, esperanza, progreso. En otros, por desventura, la escuela es considerada no un lugar de entendimiento, racionalidad y formación moral, sino un concentradero donde se adoctrina, se embrutece, se engaña, se manipula.
La escuela y la educación en nuestro país son la cenicienta del sistema, lo que recibe poca atención y escasa inversión.
De allí las escuelas con techos casi podridos, sin suficiente mobiliario, sin adecuados servicios sanitarios, operando como pueden. En los remedos de escuela que son algunos centros, sufren los maestros, sufren los alumnos y sufren los padres de familia.
La violencia y falta de fondos
dañan el futuro de El Salvador
En el año que recién finalizó, la mayoría de escuelas no recibió los bonos que le corresponden para operar con una medida de eficiencia, lo que obliga a directores y docentes hacer malabarismo e inclusive poner dinero de su parte, para llegar al final del año y conseguir un aceptable nivel de capacitación.
Hay enemigos de la educación y de la escuela, los que acosan los centros, amenazan maestros y ahuyentan alumnos cuando no los secuestran para incorporarlos a la servidumbre, esclavitud, de las pandillas.
Es debido a esa malvada presión que en muchas comunidades los padres no mandan a sus hijos a las escuelas para no exponerlos a lo peor. Pero al quedar sin escuela, sin educación siquiera elemental, los jóvenes, y luego hombres y mujeres, quedan prácticamente sin futuro.
Toda la buena gente de este país debe unirse y reaccionar contra un esquema que está destruyendo familias, juventudes, modos de ser, principios y moral. Lo que está en grave riesgo es el futuro de El Salvador como nación civilizada.