Una de las mayores aspiraciones de los humanos es el tener una vida larga, sana y próspera, una pretensión que es cada vez más frecuente gracias a los aportes de la medicina. Los estudios de la gerontología, la ciencia que estudia el envejecimiento, han determinado que para tener una larga vida, es tan importante la predisposición genética como la actitud que se tenga ante el envejecimiento. Aunque los centenarios mueren de las mismas enfermedades que los individuos de edades más tempranas, estos padecimientos se presentan más tarde en ellos, posiblemente por seguir un estilo de vida más saludable.
En los últimos 25 años los estudios que han investigado a los “más viejos”, es decir aquellos mayores de 90 años, han llegado a confirmar que no existe una forma única de envejecer, de la misma manera que no existe una sola forma de crecer o de vivir. Se ha determinado que hay al menos tres formas de envejecer: la normal, la enfermiza o dependiente y el envejecimiento con éxito. Lo interesante es que estos tipos de envejecimiento no ocurren al azar, sino que son el producto de conductas aprendidas.
La tendencia actual es que un número cada vez mayor de ancianos se comprometan a tener un envejecimiento exitoso, también llamado “activo, saludable o productivo”. Las personas centenarias que envejecen con éxito, llegan a esta edad por que tienen modos de vivir que son característicos: han mantenido un peso cercano al adecuado, no han fumado, son físicamente activas pero sobre todo aún mantienen un fuerte propósito o misión en sus vidas, lo que los hace tener confianza en ellos mismos y sobre todo mantienen el buen humor, una actitud optimista y positiva ante la vida y el futuro. Es más, paradójicamente los estudios han demostrado que entre más longevas son las personas menos temor tienen a la muerte y mejor preparados se encuentran para el momento final.
Siendo el envejecimiento un fenómeno que afecta a la población en general, es sin lugar a dudas también una experiencia personal que incluye condiciones genéticas y biológicas pero también aspectos sociales y psicológicos. Así la herencia sin duda que es importante, pues el 70 % de aquellos que llegan a los 90 años de edad, han tenido padres o abuelos que alcanzaron esta edad. El 75 % de las personas que llegan a esta edad son mujeres, reforzando entre otras situaciones, el efecto protector que pueden tener las hormonas femeninas en el envejecimiento sano.
El declinar de la vida en una forma sana y digna ya no solamente es un reto de la medicina, se ha convertido en un desafío y una tarea que compromete a la sociedad. Solamente de esta manera se puede optimizar la ayuda que requiere el individuo con la finalidad de envejecer con bajas posibilidades de tener menos enfermedades discapacitantes, mantener un estado cognitivo adecuado, un funcionamiento físico propicio con la edad y sobre todo conservar un compromiso optimista con la vida, contando las ganancias y minimizando las pérdidas. Solamente así se logrará que tengamos mayores posibilidades de tener una vida larga, sana y plena.
*Médico y colaborador
de El Diario de Hoy