A principios de 2014, el nacimiento de la primera línea aérea salvadoreña (TACA nació en Honduras) alborotó un ronroneo: “Es de Alba”, “cómo van a volar aviones, si lo único que saben es volar postes y puentes”, “güechos, yo no arriesgo mi pellejo”.
Esto, a pesar de que no podía haber mejor momento para que, gracias a un modelo de negocios de bajo costo y alta eficiencia, los centroamericanos al fin derribáramos las barreras que nos limitan movernos dentro de la región, así como lo hace el europeo dentro de su continente. Barreras, no solo de precio, sino de tiempo dentro de un bus; de inseguridad en carretera; de división entre parientes.
VECA se llamaba este fallido experimento, que se cayó de la nube en que andaba, como a 30,000 pies de altura. Una nube en la que sus accionistas soñaban llenar sus dos aviones con nalgas que antes volaban en TACA y rodaban en Pullman. Soñaban con perseguir hermanos lejanos en Los Ángeles y Washington; con llenarse las bolsas de billete.
Volar aviones es la danza de los millones. Entran millones, salen millones y, en la mayoría de aerolíneas, inclusive en las administradas por los que saben, salen más de los que entran. Cierto, volar aviones no es lo mismo que volar el Puente de Oro, ni que ser motorista, ni diputado, profesión u oficio de las cabezas de VECA.
Me contó un pajarito, el mismo que platicaba con un busero venezolano, que los señores de Alba la cantearon, engavetando una poderosa estrategia con la que sus sueños estarían convirtiéndose en realidad. Estrategia craneada por mentes con experiencia, a las que sustituyeron por sus compas. Mayday! Mayday!
Lo siento creativos, oportunidad perdida para posicionar la primer aerolínea de bajo costo de la región.
Imagínense la curiosidad que hubiese despertado su campaña de una nueva marca, libre de los fantasmas de VECA, que invitaba a volar con identidad corporativa fresca y llamativa; con una operación del nuevo milenio, efectiva y eficiente, que amaríamos como amamos a Uber y AirBnb.
Imagínense aeropuertos llenos de ejecutiv@s, mucho más eficientes por haber cambiado el Skype por el apretón de manos; de millenials, backpack en lomo, en busca de aventuras; de canas al aire con destino a soplar las velas del pastel de la nieta. Imagínense la mitad de la Joya de la Sabana pintada de azul y blanco gracias a la tarifa de $99 para el partido de la Selecta contra la Sele.
Me imagino a mi hijo, quien estudia en Costa Rica, con frecuencia alegrar nuestro hogar (y el corazón de su novia) con su presencia. Me imagino un desarrollo sostenible y ordenado del Zonte gracias a la varita mágica del turismo. ¡Se vale soñar!
Lo siento publirrelacionistas, oportunidad perdida para construir confianza, con notas que destaquen la amplia experiencia de los pilotos de la nueva aerolínea (muchos de TACA); sobre las constantes promociones de su nuevo cliente con aroma a jet fuel; sobre la mamá de Tarzán que son los “nuevos” A319’s.
Lástima que estos aviones despegaban con cuatro gatos, y tanto asiento vacío es dinero nunca recuperado. Con razón se los quitaron.
Mayday! Mayday! grita también El Pulgarcito, esto pues de Guatemala nos han metido en Guatepior. “Imagínese”, expresó el pajarito, “que los mismos señores de VECA también tronaron la arrocera, la financiera y la planta Shafik Handal de Acajutla. “Ya tronaron el país”, le recuerdo al pajaraco.
Ya lo tronaron, por lo que además de tanto impuesto que nos han zampado, además de que nos robaron las pensiones, además de que nos tienen sin oxígeno, ahora quieren que les caiga el 15 % de IVA en todo producto y servicio que consumamos. ¡Pronúnciese niña Lilian!
Pero no nos desviemos; mejor concluyamos esta historia de una muerte anunciada. Me imagino una lápida en la pista del Monseñor Óscar Arnulfo Romero Galdámez y Gorrita con la leyenda:
Que chueca VECA
2014-2017
QDDG
(Quedó Debiendo Dinero de a Galán).
* Columnista de El Diario de Hoy.
calinalfaro@gmail.com