La primera gran revolución en la Psicología

Freud fue de los primeros en sostener que los primeros cinco años de vida eran fundamentales para el posterior desarrollo de la personalidad.

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Foto Por edhdep

Por Jorge Alejandro Castrillo Hidalgo

2017-01-27 8:13:00

Cuando inicié mis estudios universitarios en Psicología, los textos introductorios que consultaba, por buenos que fueran, siempre insertaban de una u otra forma una frase que ahora puedo citar de memoria: “…los inicios de la Psicología como ciencia se remontan apenas al año de 1876 cuando Wilhelm Wundt fundó el primer laboratorio experimental de psicología en la Universidad de Leipzig, Alemania. Es una ciencia joven”.
Eso, lo confieso, no me era agradable pues me parecía que un siglo exacto de edad no era precisamente “juventud” para una ciencia. Claro, yo tenía apenas 18 años.

Poco a poco, a medida que nos empapamos mejor de las complejidades de la vida (iba a poner “actual” pero la vida, en verdad, siempre ha sido tan compleja o simple como cada quien se la haga) se cae en la cuenta que no es fácil progresar en los temas que nos ocupan a los psicólogos. Investigar “la mente” no es sencillo, sobre todo, cuando nos percatamos de lo prodigiosa que es esa elusiva entidad. ¿Qué es? ¿Dónde reside? ¿Qué funciones desempeña? ¿Qué efectos tiene? Son las preguntas que se hacían desde finales del siglo XIX los médicos y filósofos que, insatisfechos con los conocimientos de los que disponían entonces para explicar el funcionamiento y las afecciones humanas, trataban ávidamente de conocer más y mejor. 

En el ámbito de lo que ahora es la psicología, nombres como Freud, Binet, Pavlov, Piaget, Thurstone, James y otros sobresalen en esos años. Temas como las actitudes, personalidad, carácter, aprendizaje, se estaban apenas empezando a estudiar. Años en los que los métodos de investigación estaban también en desarrollo: se contaba apenas con la observación y la introspección, con limitadas bibliotecas y, desde luego, con muchas carencias. Conceptos ahora usuales no se estudiaban aún, es más, ni existían. Conceptos como cociente intelectual o el inconsciente, por ejemplo. 

El descubrimiento y estudio del inconsciente y sus mecanismos, con todo el entramado teórico y práctico con que vino aparejado es, para mí, la primera gran revolución en la psicología. Su creador, Sigmund Freud, psiquiatra de profesión, llegó a formular la teoría luego de probar todo lo que la ciencia de su tiempo le ofrecía para ayudar a los enfermos que buscaban su ayuda. Trabajó un tiempo con la hipnosis, método del que se alejó prontamente; experimentó en sí mismo y con algunos de sus pacientes los efectos de la cocaína, de la que estuvo a punto de sistematizar sus efectos anestésicos, pero también la abandonó un tanto asustado, creo yo. Hasta que con su famoso caso “Anna O” logró descubrir la magia de las palabras. “Hacer consciente lo inconsciente” es el objetivo del tratamiento. Un tratamiento que se sirve de las “asociaciones libres” que el paciente hace, de las interpretaciones de los sueños y de los “actos fallidos”, del análisis de los síntomas y de la búsqueda minuciosa en los primeros cinco años de vida para identificar las situaciones traumáticas. Freud fue de los primeros en sostener que los primeros cinco años de vida eran fundamentales para el posterior desarrollo de la personalidad. Encontró mucha oposición del “establishment” cuando postuló como principios básicos para entender el comportamiento humano el eros (amor, sexo) y el thanatos (muerte).
A pesar de esa oposición, siguió manteniendo sus principios y reformulando su teoría alrededor de ellos. ¿Qué diría si se diera una vuelta por El Salvador de inicios del siglo XXI, cien años después de haberla planteado? ¿La encontraría errada con muerte rampante y los esfuerzos amorosos por enfrentarla?

Tiempo intenso ha de haber sido aquel final de siglo. Tan intenso que por esos años también se estaba dando luz verde a la construcción de un canal, en Panamá, que conectaría a los océanos Atlántico y Pacífico. ¡La humanidad atreviéndose a modificar la faz de la tierra para acercar a los hombres! Cien años después, somos testigos de los primeros pasos para otra obra de ingeniería, pero en este caso para mantener separadas a las naciones bajo el supuesto de proteger la mía.

*Psicólogo y colaborador 
de El Diario de Hoy.