Tras ser derrotados en su intento de abordar al Galeón de Manila, los corsarios ingleses William Dampier y William Funnel decidieron recorrer la costa de México y Guatemala, para poder encontrar una zona donde reparar sus naves y asegurar agua y provisiones, para después trazar su ruta hacia las islas del Pacífico sur y la India.
Tras bordear Punta Remedios y algunos bancos de arena, entraron y anclaron en el puerto de La Trinidad de Sonsonate, gracias a las 12 brazas de profundidad existentes en esa zona, “uno de los mejores lugares de comercio en la costa de México” y que “conduce a un país tan poblado como cualquier otro en América”.
¿Desembarcaron Dampier, Funnel y sus hombres en la rada de Acajutla? Es posible que no en su totalidad, pero sí como un grupo de exploración y avanzada, más interesado en conocer la zona y sus riquezas, no con la finalidad expresa de atacarla y saquearla, sino de conocer sus potencialidades y transmitir valiosa información hacia el Almirantazgo de Su Majestad británica, ya que estos piratas ostentaban la patente de corso o autorización oficial del Imperio Británico para realizar sus fechorías en mar y tierra.
En los apuntes hechos por Funnel, Sonsonate presentaba cuatro o cinco iglesias parroquiales “con amplios paseos y jardines, muy artificialmente hechos” y unas 500 familias españolas como residentes en aquella parte del Reino de Guatemala. “La principal mercancía a lo largo de esta costa es el cacao. Hay algunas operaciones de México a este lugar y de Puerto Caballos en el Mar del Norte [mar Caribe], pero el comercio más grande que tienen es de los dos grandes imperios de Perú y Chile”.
Los corsarios recorrieron las tres leguas existentes entre Punta Remedios y la boca volcánica de Izalco, que por entonces era sólo “grandes montones de cenizas” y un ruido fuerte casi permanente, pero del que el corsario afirma que “nunca oí que echara fuera cualquier cosa”, por lo que es probable que no presentara actividad magmática. Así, esos corsarios presenciaron el origen fumarólico del volcán Izalco, 65 años antes de que se iniciaran los casi dos siglos de erupciones que formaron su cono tal y como se puede apreciar en la actualidad.
Después, en su recorrido vieron en la costa el Barnadillo (sic: Bernardillo), “una alta roca empinada, que en un lado parece una pirámide”, al igual que observaron el volcán de San Salvador, cuya apariencia les pareció “semejante a un turbante turco”. Unas seis leguas más adelante encontraron el volcán de Sacatelepa (sic: Zacatecoluca), del que Funnel anotó que en 1643 “se dice que estalló, arrojando azufre y cenizas, que detuvieron los caminos y estropearon varios campos de maíz”.
Una legua más adelante, vieron el río Lempa, “que tiene muchas arenas en la boca, pero son visibles y se puede navegar entre ellas, sin ningún peligro”. El Lempa es “uno de los ríos más grandes (si no el más grande) en el lado oeste del Imperio (sic: Virreinato) de México. Los españoles también dicen que es un río privilegiado, porque un hombre que haya cometido asesinato o cualquier otro delito digno de muerte o prisión, si puede escapar al otro lado, es libre mientras viva allí y ningún juez o cualquier otro de ese lado puede quejarse o causarle problema alguno por el delito mencionado”.
En el Lempa comenzaba “el agradable país de San Miguel”, encabezado por una ciudad grande, con unas 800 familias españolas, siete ricas parroquias y muchas capillas pequeñas, un volcán y una laguna con riberas muy pobladas por españoles, mulatos, mestizos e indios.
En los apuntes de Funnel se señala que en la zona hay un lugar llamado Red Creek (¿bahía de Jiquilisco?), en la que los españoles construyen barcos muy grandes. La tierra migueleña es muy abundante y provee maíz, vino y aceite “casi sin la ayuda del hombre”. Su río cercano (Grande) es de aguas bajas de dos brazas, que se pueden navegar sin peligro, siempre y cuando se mantenga al volcán al norte, como derrotero o marca de ruta. Sobre las aguas de este río, las autoridades españolas mantienen un puente de madera, desde el que puede observarse el resto de la costa hacia el sudoeste.
El 26 de enero de 1705, las naves de Dampier y Funnel –el velero St. George y la barcaza St. John, de 70 toneladas, entraron al golfo de Amapala o de Fonseca. En esos momentos, el velero comandado por Dampier llevaba 27 hombres de los 120 originales de la tripulación, mientras que Dampier comandaba a tan sólo 35 marinos y a un joven negro capturado a los españoles. El hambre apretaba, por lo que en el golfo se dedicaron a pescar.
Un ejemplar notable de los que peces que capturaron fue un tiburón voraz, cuya “cabeza es como una pala Colliers y las dos partes extremas (en el borde, a cada lado, son sus ojos) son mucho más amplias que su cuerpo”. Además, pescaron al que los indígenas de la zona llamaban Ceawau, “un pez de unos cuatro pies de largo, con tres aletas en su parte posterior (una pequeña en su cabeza, una grande cerca de la mitad de su lomo y otra pequeña en dirección a su cola). También tenía dos pequeñas debajo, cerca de las branquias y dos agujeros pequeños debajo, cerca de la cola, con dos bastante grandes en cada lado, cerca de las branquias. Tenía boca grande y dientes. Era un extraordinario buen pescado y su cabeza, cuando estaba hervida, no era más que una jalea pura y buena. Estaba lleno de pequeños puntos y partes y la punta de sus aletas y cola era amarilla”.
Con afán naturalista, Funnel hizo dibujos de esos especímenes marinos y, junto con el resto de la misión corsaria, se aprestó a explorar las aguas e islas del golfo, en el que permanecerían varias semanas, en labores de aprovisionamiento para seguir su largo viaje.