Que construir paz sea deporte nacional

Plática sorprendente con un voluntario senegalés y el día a día de los italianos...

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La afición salvadoreña es infaltable, estos fieles en Toronto.

/ Foto Por edhdep

Por Fernando Palomo | Twitter: @Palomo_ESPN

2017-01-16 7:32:00

Once de la noche. No había espacio disponible frente a la radio. El aparato estaba montado en un mueble de madera construido por Israel, el mejor carpintero de Izalco. Frente a esa radio no se pronunciaba ni una palabra sin autorización de mi papá. Don Eduardo, sentado en la mecedora también “Hecha en Izalco”, con vaso corto, hielo y un escocés. No recuerdo con exactitud la emisora que sintonizábamos. Habría sido la misma en la que mi papá escuchaba las noticias deportivas al mediodía.

Entre el tumulto, a mí me tocó sentarme en el suelo y contemplar. Algo bueno estábamos a punto de escuchar. Las reuniones en las oficinas de las Naciones Unidas en Nueva York fueron el tema de conversación del final de aquel 1991. Todos los días era algo nuevo, o nada nuevo. Hasta que llegó el nuevo año y con 1992 el acuerdo de paz entre el gobierno y la guerrilla. El fin de los disparos, el fin de la guerra. Pocas veces vi llorar a mi papá, creo recordarlas y me sobran dedos de una mano. Una de esas veces en las que lagrimeó un poco fue el día en el que anunciaron que un salvadoreño no volvería a dispararle a otro salvadoreño a causa de una pugna por el poder político.


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Han pasado 25 años de todo aquello. En el idealismo en el que se encerraba el hecho, llegué a creer que el fin de la guerra llevaría a la inmediata convivencia pacífica de un país con limitado espacio geográfico, pero con ilimitada capacidad humana. Han pasado 25 años y seguimos buscando esa paz. Pero vamos en el camino. Uno que incluye aprender que no es posible un país en el que todos piensen igual, pero si es posible uno en el que todos quieran lo mismo. Es bueno recordar la noche buena de 1991 y la tarde en el Castillo Chapultepec cuando dos facciones enfrentadas durante una sangrienta década, ahora se enfrentaban en una solemne ceremonia y sonreían unos con otros. 

En ese momento pensamos que en un país mejor. Creímos que El Salvador crecería y lo ha hecho, pero puede hacerlo más y mejor. Es ineludible que hubo, hay y habrá obstáculos, como se pueden encontrar en toda joven democracia. Lo que no podemos permitir es que se debilite la paz social y se fortalezca el enfrentamiento de una sociedad separada por los intereses partidarios que no buscan más que el poder, por el poder mismo, no por sacar al país adelante. Es necesario involucrarse en esta continua edificación de una sociedad pacífica, pero dedicada a la diaria lucha por el fortalecimiento de las instituciones, el crecimiento de la República y el desarrollo social como principales objetivos. Por esto, es obligatorio asumir el compromiso hacer de la construcción de la paz, un deporte nacional.