En esta ruleta rusa que supone dirigir a la Selecta, el colombiano Eduardo Lara salió indemne de la Copa Centroamericana: el boleto para la Copa Oro –sin Guatemala pareció que iba a ser más fácil de lo que fue- y una agradable sensación de juego asociado que se fue diluyendo con el correr de los juegos hasta acabar sufriendo contra Nicaragua. Sí, contra Nicaragua, que de haber convertido alguna de sus ocasiones y llegado al empate habría desatado la enésima crisis futbolística además de mandarnos a jugar la repesca contra Haití en la Copa Centroamericana más accesible de todos los tiempos.
Eso sí, sería injusto solo mencionar los goles que falló Nicaragua en el juego final sin decir al mismo tiempo que la Selecta fue, en los tres primeros partidos, una auténtica máquina de fallar goles. Al final, contra selecciones que llegaron con equipos alternativos y con poco trabajo se consiguió lo mismo que casi siempre: ganarle a Belice y Nicaragua. Pero, claro, no todo se mide con la tabla de posiciones.
OPINIÓN: Apuntes sobre la Selecta en la época post Maradiaga
Después del 3-1 a Belice, un resultado que pudo ser tranquilamente un 8-2 si los salvadoreños hubieran estado finos a la hora de definir, arriesgué a decir que la Selecta era el equipo que mejor jugaba en todo el torneo. Es cierto, en los dos últimos partidos hubo una caída pronunciada en el juego y aquella aseveración inicial ya no fue tan evidente.
No obstante, habrá que decir que si la Selecta lució bien se debe en gran parte a que no solo llevó a Panamá lo mejor que tiene, sino que además jugó con la misma base que lo hizo en las Eliminatorias y sólo reforzó dos puestos críticos: portero (sobrio Benji Villalobos) y delantero (el aclamado Fito Zelaya). Esa, más allá de algunos detalles tácticos de Lara, fue la clave. Un equipo ya conjuntado y que casi juega de memoria, a diferencia de las otras selecciones favoritas que además de equipos B solo trabajaron juntos un par de semanas. Atención, que la crisis de resultados de la era Maradiaga no nos haga olvidar, por ejemplo, el gran primer tiempo que hizo la Selecta ante México en el Cuscatlán. La mayoría de ellos estaban aquí.
“Ahora no puedo inventar mucho”, anticipó Lara cuando hizo la primera convocatoria. Lo único que preguntó a la Fesfut era si tenía “total libertad” para hacer su lista. Le dijeron que sí, que no había “nombres prohibidos” y procedió. Llamó a la base del equipo del Primi y sumó a Benji y Fito, que venían en buen nivel.
Ahora, ya con algo más de tiempo, veremos su mano. La idea de Lara, como él mismo lo expresó, una vez superado el escollo de la Copa Centroamericana es sumar más jugadores, sobre todo de Estados Unidos. Explorar opciones como Eriq Zavaleta (Toronto), Junior Burgos, Cristian Roldán (Seattle Sounders) y Tomás Granitto (Swope Park Rangers), entre otros. Además, por supuesto, de trabajar más su idea táctica: la presión alta que vimos solo por momentos, la subida de los laterales, la posibilidad de jugar con dos hombres en punta o al menos con un punta y medio.
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Para ver a la “verdadera” selección de Eduardo Lara habrá que esperar por lo menos a marzo, la siguiente fecha FIFA, donde entre el 20 y 28 de ese mes podrá experimentar en dos juegos amistosos. Los otros dos fogueos serían entre el 5 y 13 de junio, la otra fecha programada para este tipo de juegos en el primer semestre. Eso sí, de entrada tendrá un inconveniente: no le será fácil conseguir rival. No podrá ser ninguno de los diez de Sudamérica, que estarán jugando la Eliminatoria, y tampoco México, Estados Unidos, Panamá, Costa Rica, Honduras y Trinidad & Tobago, que están en el hexagonal. Guatemala sigue suspendida, Nicaragua tiene que jugar la repesca… Queda Canadá, equipo caribeños como Jamaica y Cuba. Y siempre está Belice, por supuesto, con el que por norma deberían de jugar cada seis meses. Quizás ganarle sea engañoso y deje pocas conclusiones, pero sirve para frenar rachas negativas y levantar la autoestima.