Yo, otra vez, acá. No lo puedo creer. Una nueva ilusión, después de una frustración. Como si la vida fuera una pelota que da vueltas y vueltas… vueltas y vueltas…
Anoche miraba las estrellas, tantas estrellas. Me sentí tan pequeño. Que infinito todo, y uno se hace problemas por nimiedades. Pero es así. Se lo dije a Pucho. Y él lo entendió con una claridad: “El fútbol es como la vida”. Lo sentenció con sabiduría. Una frase que, seguramente, muchos otros la enunciaron. Pero Pucho Gon lo dijo con un tono de voz de alguien que sabe de lo que habla… de fútbol y de la vida. El Negro se reía, mientras le pedía al mozo otra cerveza.
“La vida nos caga a trompadas, pero siempre pensamos en que nunca nos vamos a ir al descenso. Es así, y la peleamos en la mitad de la tabla, pero le hacemos frente, pensando que alguna vez vamos a salir campeones”, dijo el Negro Arriegui, con esa capacidad para expresarse que siempre tuvo. Así llegó a ser presidente del Centro de Estudiantes en la Escuela del Trabajo, y todos estábamos atrás de él. Ahora, mientras él analiza este presente, recuerdo cuando organizó aquella sentada frente al colegio en protesta por no sé qué.
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El Negro nos convencía a todos, y ahora también. Es que tiene razón, siempre creemos que vamos a salir campeones. Cada uno de los que está en esta mesa somos como un equipo de Primera División de Argentina, porque empezamos cada año creyendo que vamos a salir campeones. Después la realidad y muchos otros factores se encargan de hacernos un torneo difícil.
Pero jamás imaginamos el descenso. Se lo peleamos, y seguro se lo ganamos. Como cuando casi me cortan el gas el mes pasado porque no me alcazaba para pagar la factura. Creí en ese momento que el descenso era inminente; pero la luché. No me cortaron la luz, y hasta me alcanzó para comprarme una pizza especial al otro día que supuestamente se vencía todo.
Otra vez acá, con los muchachos, esperando a lo que sucederá mañana. Mandé un curriculum en un club, y me llamaron para una reunión. Yo presenté para hacer prensa, pero me quieren de ayudante de campo de una divisional de la Liga cordobesa. Mañana tengo una reunión. No entiendo nada. Hace unos meses unos delincuentes me estafaron y me dejaron en banca rota, y ahora aparece una gente me quiere como miembro de un cuerpo técnico.
Pucho me dice que él me puede ayudar a enseñarle a definir a los delanteros y recuerda, nuevamente, aquel gol que hizo en la final ante el Rivadavia. El Negro se sigue riendo y me dice que él me va a asesorar, que quiere ser mi representante. No sé qué película se hace.
Se acercó un perro. Pucho lo miró extrañado. El Negro se le acercó. “¿Negro, estás bien?”, le pregunté. No me hizo caso. Se acercó y juntó su rostro al hocico del animal. Fueron varios segundos. El perro callejero cabeceó como tres veces y el Negro le tomó las orejas, y le hizo una mueca. Volvió a sonreír. “Tiene un olorón, pero es simpático”, dijo, sonriente, y le dio un pedazo de carne que tenía en el plato. Pucho me miró y yo no supe qué responder. “Tiene pinta de buenito”, concluyó.