SANTA ROSA DE LIMA. Hasta el último instante, los aficionados de Águila creyeron en su equipo. Creyeron en la remontada, pese a aquel doloroso 4-1 en Las Delicias, creyeron en sus jugadores, a los que gritaban y aplaudían constantemente, creyeron, pero no se dio el milagro.
Media hora antes del encuentro, las largas filas afuera del estadio hacían suponer que no daría a basto el Flores Berríos para albergar a las personas. Pero lo cierto es que la mayoría llegó a última hora, porque adentro había espacio. La afición respondió, pero no topó el estadio de Santa Rosa. Sin embargo, eso no fue excusa para no alentar a los suyos.
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A gritos de “sí se puede, sí se puede” buscaban darle el aliento a los suyos. Las emociones crecieron con el gol tempranero de Jimmy Valoyes, y la gente confiaba en que su equipo haría la remontada.
Gracias dieron algunos cuando Joel Aguilar, el réferi, no le mostró la segunda amarilla a Álvaro Lizama. “Está bien que lo cambien vos, que no ves que ya lo iban a expulsar”, decía un aficionado a otro que renegaba que el muchacho estaba haciendo un buen partido. “Pero es que Nico está descanchado, no ha jugado”, reclamaba el otro.
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Mientras todo mundo en las gradas jugaba a ser entrenador y a meter las variantes necesarias, llegó el segundo gol. Entonces sí se vivió una fiesta en las gradas, una fiesta que poco a poco se fue transformando en angustia, en suspiros, en sueños de la corona 16 que se esfumaron tan rápido como los segundos, esos que corren más rápido cuando tu equipo se está quedando fuera.
Al final, la fiesta fue para los pocos seguidores de Santa Tecla que hicieron el viaje hasta Santa Rosa. De consuelo, a los locales les quedó que su equipo jugó bien, que pudo haber ganado, que tuvo para anotar el tercero. Pero ese consuelo era llanto para otros, que no podían creer los goles que se comieron. Igual, aplaudieron, apoyo hasta el final por el equipo de sus amores, por la sangre naranja que corre en sus venas. A esperar hasta el próximo torneo.