Hay esperanza

Una columna de Fernando Palomo

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Foto Por edhdep

Por Fernando Palomo | Twitter: @Palomo_ESPN

2016-12-30 9:57:00

Aún siendo este el año en el que el deportista salvadoreño es traicionado por el INDES que gasta dinero en absurdos pagos a periodistas. Aún siendo este el año en el que el futbolista nacional confirma que sigue dirigido por una FESFUT sin proyecto y con comisiones sin sentido. Aún, cuando este 2016 prolonga la sequía mundialista de la Selecta que termina en el lugar 137 del ránking FIFA, hay cosas positivas. Desde ese lugar se puede apreciar un deporte, carente de recursos, pero con atletas valientes, sacrificados, entregados y talentosos de sobra.

Marcelo Acosta es hoy por hoy el deportista salvadoreño de mayor proyección y esto lo comprobó en los Juegos Olímpicos. El primer nadador nacional con boleto de clasificación directo a unos Juegos, no defraudó. Fue a Río y regresó con récords nacionales en 400 metros libres y en 800 metros libres camino a establecer un nuevo registro en los 1,500 metros libres. El 6 de agosto nos emocionamos al ver la bandera salvadoreña desplegada digitalmente en el primer puesto de la clasificatoria en 400 metros libres.

Sus Juegos, con solo 20 años de edad, son una premonición de lo que Marcelo puede darle al deporte nacional. Pero una obligación de lo que el deporte salvadoreño debe entregarle a Marcelo. Un atleta que puede retornar la inversión y un deporte que debe entender que para cosechar resultados, hay que sembrar trabajo. Sus grandes eventos del 2017 son el Mundial de Budapest y los Juegos Bolivarianos de Santa Marta, Colombia en noviembre. Su meta sigue siendo la de romper la barrera de los 15 minutos en 1,500 metros libres. Está a ocho segundos de conseguirlo y con ello situarse cerca de creer que una final Olímpica en Tokio 2020 es posible.

De los Juegos de Río surgen otras grandes historias nacionales. Julio Salamanca fue décimo lugar en la categoría de 62 kilogramos del levantamiento de pesas. Un logro individual enorme considerando que fue el último atleta en sumarse a la delegación. La vela salvadoreña había participado una vez en Juegos Olímpicos, fue en México 1968. Después de 48 años regresaría con Enrique Arathoon en la categoría láser. Su primera participación lo vio llegar entre los primeros nueve puestos en tres de las diez regatas. Una de las imágenes más conmovedoras se dio en el judo. Diego Turcios cayó en la segunda ronda ante el georgiano Avtandili Tchrikishvili, el número uno del ránking mundial en los 81kgs. Tchrikishvili ganó el combate por mínima diferencia.

Los juegos del básquetbol nacional han sido otra de las buenas noticias del 2016. Convertido en el segundo entretenimiento deportivo del país, la Liga Nacional ha logrado entrar a municipios a los que el deporte organizado no llegaba. Además de la buena recepción en el interior del país, ha promovido la visibilidad del deporte asociándose con la televisión. La responsabilidad es ahora mayor para que su Federación no falle. Este deporte estaba adormitado e interesantemente, está despertando.

El año cerró con otra alegría del equipo más exitoso del país: la Selecta Playera. Se fueron a los Bolivarianos de Playa sin hacer ruido y regresaron entre abrazos y felicitaciones de los que se colgaron de su victoria para sacar provecho político. Los mismos que estuvieron callados cuando los jugadores necesitaban apoyo para viajar. Un grupo que está lejos del buen vivir que su estatus de protagonista mundial exige. Uno de los jugadores sudamericanos de mayor trayectoria jugó en El Salvador en 2016. Llevarlo a un equipo como Santa Tecla fue calificado como una locura y fue Santa Tecla el que terminó el año envuelto en la locura del festejo por el campeonato. Abreu llegó, vio y venció. Ahora al fútbol nacional le queda la interrogante, ¿por qué sólo las finales llenan estadios? Compromiso a resolver y apuestas en figuras de renombre, por muy riesgoso que parezca, puede ser la solución. Al menos, es algo diferente.

Repasar el año que se va nos ayuda a creer que es posible, aún y a pesar de todo, ver el vaso medio lleno.