Cuatro horas de vuelo separan Vancouver de Houston, dos países con dos paradigmas culturales que inician desde su arquitectura y la diversidad cosmopolita, muy marcada de sus gentes, incluida una colonia salvadoreña de unos 7 mil, quienes llegaron en la década de los 80, huyendo de la metralla, y en los últimos 30 años en busca de nuevos desafíos económicos y personales.
Coincidió que el día previo al partido de la Selecta contra los canadiense se vivió el “Labor Day” o Día del Trabajo, un festivo nacional que paralizó a esta ciudad portuaria, rica en sitios a visitar en su bahía, como nostálgica por la paleta de colores de sus flora.
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Ni aún el festivo motivó a los salvadoreños a acompañar a los seleccionados, quienes llegaron el domingo en dos grupos, uno de ellos con cerca de 20 horas de viaje y la larga escala en el aeropuerto de Houston.
Ese silencio y frío, en alguna medida ha servido a Ramón Maradiaga, su cuerpo técnico y a los jugadores para poner las ideas frías de cara a la despedida más triste de la Azul, en un suelo indiferente y con un estadio que ya ha tapado la mitad de su escenario, esperando que llegue muchísimo menos espectadores del duelo que sostuvieron ante México en la primera etapa de grupos.
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Algunos aficionados, como Juan José Zelaya, residente en Kelowna, a cinco horas en auto de Vancouver, explicó a EDH Deportes que no viajó tras conocer el resultado ante México el viernes anterior, el 1-3 que nos dejó fuera de cualquier posibilidad de pasar a la Hexagonal.
Luis Gómez, originario de Usulután, llegó con sus dos hijos, y su esposa canadiense, al hotel de la Selecta a saludar a los jugadores y periodistas, y lamentó que la Selecta no hay podido superar a México en el Cuscatlán. Gómez ya pasó más de una década sin regresar al país por temor a la inseguridad.
“Espero que la Selecta gane y que la próxima vez podamos avanzar más en la eliminatoria”, aseguró Gómez, quien sí asistirá al estadio a hinchar por la Azul.