Aunque José Adonay Sierra no tuvo grandes satisfacciones colectivas con el fútbol en cuanto a títulos, el ahora ex jugador se considera un privilegiado al haber practicado este deporte que le llenó de satisfacciones personales.
Sierra fue un defensa que militó en Once Municipal, Huracán de Atiquizaya, Alianza y Cojutepeque; con este último le tocó sufrir el descenso de Primera a Segunda División. Fue un jugador que se destacó por ser luchador, voluntarioso y de pierna fuerte. Es por ello que uno de sus sobre nombres fue “Machete”, aunque la mayoría lo conoció como “el Negro” Sierra.
“Era famoso por mi forma de ser, incansable, luchador. Me gustaba el fútbol. Éramos cinco hermanos, una chica y cuatro hombres, yo era el más malo de los cuatro, pero siempre fui un luchador en la cancha. Yo quería ser licenciado, quería trabajar para no ver a mi madre trabajar mucho, llevarla a comer Pollo Campero, subirla en mi coche. Pero mi madre se nos fue para el cielo y ya no pude hacer todo eso bonito que tenía pensado”, recuerda.
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Uno de sus hermanos lo llevó a ver su primer partido a un estadio (el Simeón Magaña), que fue con lo que comenzó su amor por este deporte. Hubo otras personas que también influyeron para que decidiera ser un futbolista profesional, pero los amigos fueron quienes se convirtieron en la base para alcanzar este sueño.
“Eliseo Juárez, quien ahora es el gerente de la Primera División, es mi amigo desde que estudiábamos bachillerato. Casi todos los recreos jugábamos en el patio”, cuenta.
Su forma de juego siempre fue de llegar fuerte por la pelota, aclarando que siempre lo hizo “sin mala intención”.
“Era defensa por derecha, pero a veces me tocaba anular a jugadores buenos. Estaba el dicho de que pasaba el balón, pero el jugador, no. De eso me encargaba”, cuenta, con una media sonrisa.
Una de sus anécdotas: “Me pasaron muchas cosas, pero la que más recuerdo fue cuando Mauricio Cienfuegos me dijo: ‘no me vayas a quebrar las patas, porque esas son las que me dan de comer’. Entre las tristes, cuando ‘Pelé’ Zapata me rompió la ceja y me cocieron en el vestidor después del partido”, explica.
Dentro de las deudas que considera quedaron pendientes fue que nunca llegó a ser seleccionado nacional: “Siempre quise eso. Es el objetivo de todo futbolista, para mí, un sueño que no pude alcanzar”. Además, en ninguno de los equipos en donde militó logró saborear algún titulo: “Las cosas no se dieron”, explica. A pesar de todo, no le reprocha nada al fútbol. Al contrario, es un agradecido, quien espera cumplirlos con su hijo, quien comienza con su carrera futbolística.
¿Qué hace?
Desde hace más de 20 años, José Adonay Serrano reside en España, junto a su familia: su esposa Morena Alvarado, también salvadoreña, y sus dos hijos: José e Irene, quienes nacieron en el país europeo.
Allá, el ex futbolista, conocido como “el Negro”, lleva quince años trabajando como cajero en una tienda, para la Compañía Española de Petróleos (Cepsa).
“Me han ofrecido el cargo de encargado de la tienda, pero no lo quiero, porque no puedo estar sentado en una oficina. Donde estoy, hago de todo. Soy el más veterano. Este trabajo me ha permitido conocer a mucha gente famosa (Iván Helguera, Marcelo, Vicente del Bosque). A mi país lo amo mucho, pero aquí estoy bien y no me puedo quejar”, expresa el exjugador salvadoreño.
Una de sus prioridades está enfocada en sacar adelante la carrera futbolística de su hijo, quien participa en una liga juvenil en Madrid y quien recientemente atendió la convocatoria Sub-17 de El Salvador: “Sé que tiene buenas cualidades. Tengo fe que en dos años va a estar en un equipo grande en España”, expresa con mucha ilusión.