¿Qué pasó con Nelson Brizuela?

El paraguayo centrodelantero de Sonsonate, Excélsior, Juventud Olímpica y Limeño y entrenador de muchos equipos nacionales

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Foto Por Cortesía

Por Wilfredo Hernández | Fotos: Mauricio Cáceres

2016-10-02 10:58:00

Apenas tenía 20 años cuando Nelson Brizuela vino a El Salvador. Corría el año 1970 y el Sonsonate urgía de un goleador para su equipo, así, el técnico chileno Jaime Ormazábal y el directivo Juan Pablo Bolens armaron maletas y fueron a traer al paraguayo goleador que, por esos entonces, jugaba en el Guaraní, uno de los grandes del fútbol de su país. Llegó junto con su compatriota Julio César Servín y se quedó, quizás, para siempre. 

Porque acá en Cuzcatlán no sólo encontró el éxito deportivo como goleador implacable, sino también el amor. Ese que lo ataría al país con apenas 25 años de edad. Entonces se casó con Rosa María, ella de 16 años, y formaron una familia que hoy se compone de cuatro hijos: Nelson Simón, Jesica, Cristian y Ana Cristina y “el rey” del hogar, como don Nelson lo llama, quien aunque está lejos, en Australia, es el centro de sus vidas: Dylan Brizuela, el nieto de 3 años.


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Brizuela sólo alcanzó a jugar media temporada para Sonsonate porque rápido lo descubrió el Municipal de Guatemala, donde siguió en su afán de romper cuanta red se le puso enfrente. Allá, en tierras chapinas, no sólo se ganó un nombre a fuerza de goles, sino que también se llevó el corazón de la hinchada “Roja”, que lamentó que su goleador se fuera para México, al Irapuato.

Del fútbol azteca saltó a Estados Unidos, para contribuir al título del Cincinnati Comets y de Norteamérica a Australia, por “culpa” de unos recortes periodísticos suyos que su hermano tenía pegados en las paredes de su taller de mecánica automotriz. Esos mismos recortes que hoy muestra con orgullo en una pequeña salita de su casa decorada con muchos posters de equipos donde jugó o entrenó y los recuerdos de su madre que una vez le vaticinó que “saldría en muchos periódicos”.

Aquel niño que a los 10 años ya soñaba con el fútbol para poder conocer el mundo regresó años después de estar en Estados Unidos al fútbol salvadoreño para enrolarse con el Juventud Olímpica del chileno Javier Mascaró y se quedó luego para jugar con el Municipal Limeño. Y siguió en lo suyo, romper redes.

Volvió a Australia y a los años de estar jugando le llegó de golpe la oportunidad de convertirse en entrenador, cuando se equipo se quedó sin técnico y le propusieron a Brizuela tomar las riendas como jugador-entrenador. Tenía 39 años.

Y el camerino se convirtió en su pasión y en ese afán de dirigir ha recorrido numerosas partes del mundo. Se preparó a conciencia, que incluyó visorías en campamentos de Ajax de Amsterdam y Manchester United de Inglaterra, y dirigió muchos equipos acá en el país, como en el extranjero.

Así le llegó la oportunidad de dirigir primero en Australia y luego en El Salvador, donde consiguió un ascenso con Municipal Limeño y un subcampeonato con FAS. En ese trayecto, también dirigió al Luis Ángel Firpo, Alianza, Dragón, Metapán y Atlético Marte, aunque estos por muy poco tiempos por problemas con sus dirigencias.

También se sentó en los banquillos del Zacapa chapín, Manta y Liga Deportiva de Quito ecuatorianos. Hasta que en 1992 decidió regresar a radicarse a El Salvador junto con su esposa y dos de sus hijos.

¿Qué hace?

A Nelson Brizuela le hace falta dirigir, se le percibe por la pasión con la que habla de fútbol, pero su familia le reclamó tiempo, ese que le dedicó al fútbol y por ello decidió retirarse y pasar sus días con su esposa Rosa María y sus hijos en una acogedora casa al norponiente de San Salvador, una de las tantas cosas que el fútbol le dio, como él mismo lo manifiesta.

Pero el fútbol se niega a desaparecer de la residencia Brizuela-Escobar. Aunque en la sala no se observa nada relacionado al balompié, don Nelson tiene reservado un espacio solo para él y su pasión. Ahí, en él están todos sus recuerdos como jugador y entrenador. Ahí, Nelson Brizuela vuelve a convertirse en el enamorado del fútbol que siempre fue.

 Ahí salen los análisis del fútbol actual, de la Selección de Maradiaga, de los dirigentes y jugadores.

De vez en cuando viaja a Australia a visitar a sus otros dos hijos y al consentido de la familia, el nieto Dylan. No se está mucho tiempo, dice, “un mes a lo sumo” y luego regresa al país.

Así transcurren los días de Nelson Brizuela, ese trotamundos del fútbol y entrenador empedernido al que tanto le deben equipos nacionales como Limeño, Alianza, Firpo, etc.