Para la gente de San Jorge, en San Miguel, la visita del Águila fue una fiesta, y una oportunidad de ver a sus muchachos enfrentarse contra los profesionales, como les gritaban desde las gradas y les reclamaban cuando se tiraban, a su juicio.
La cancha, con unas graderías no muy grandes, estuvo topada de lado a lado para ver a los emplumados (muchos lugareños también le van a Águila) y a los suyos.
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En la grada, todo fue fiesta, y hasta le robaron alguna sonrisa a Nicolás Muñoz cuando le gritaron que que si de niño no había llorado, porque sólo tirándose pasaba. Quizás porque fue quien abrió el marcador, o porque era de los más reconocidos en el equipo emplumado, fue el blanco favorito de las críticas de los aficionados, que se la pasaron a lo grande pese a la fuerte lluvia en la zona, precipitación que empezó mucho antes del partido, y que no amilanó a nadie para perderse la ocasión.
El gol del descuento lo celebraron como un título, o al menos como una victoria importante, y cuando el réferi señaló el final del partido, aplaudieron a los suyos por el esfuerzo y la determinación de correr por cada balón hasta el último minuto.
Como dijo Juan Carlos Moreira, el DT de Los Andes, al final del juego: “para nosotros fue una fiesta, una oportunidad para demostrar que hay jugadores con capacidad, con talento para poder estar más arriba; de ahí en más, quizás tuvimos unas dos o tres ocasiones de haber anotado, quizás más claras que las de ellos. Al final me siento contento por los muchachos, porque salen felices de haber puesto a trabajar a Águila, y de haber tenido la sensación de que se pudo hacer más todavía”.