El Tour de Francia, a la par del fútbol, es uno de los eventos deportivos que más capturan la atención mundial, debido al esfuerzo, al drama humano y a la vistosidad de sus paisajes, castillos, palacios, lagos etc. Pero hay algo que pocos saben, que un elemento importante en el éxito de la gran ronda gala es el público.
Millares de turistas fanáticos a la bicicleta llegan en ocasión de la gran carrera, pero sobresale y destaca el público local. ¿Por qué?, ¿cuál es el secreto de la permanencia masiva de millones y millones de personas que se aglomeran a la orilla de la carretera con banderas, disfraces, y toda ocurrencia que permita estar metido de lleno en el evento que reúne a lo mejor de lo mejor del ciclismo mundial?
Sincronizando vacaciones en los colegios y universidades, en el sector de los empleados públicos y privados, la república francesa se entrega de lleno a lo que ellos consideran la fiesta de Francia, a través de los pedales. Los franceses ese mes se lucen con una serie de pueblos con sus castillos adornados y decorados para la ocasión, practican coreografías que son capturadas por las cámaras aéreas, aficionados espontáneos que se cruzan peligrosamente a los corredores en los extenuantes puertos de montaña. Esa es la fiesta del ciclismo que Francia ha adoptado, como lo han hecho Italia con el Giro, y España con la Vuelta.
Niños, jóvenes y adultos, ancianos de la tercera edad, el Tour de Francia es para todos, y no es raro escuchar en las ciudades o pueblos, donde la carrera llegará al día siguiente, el cántico de los aficionados en los más variados idiomas, acompañados con el choques de los vasos de cerveza, o degustando un buen vino, sin insultos ni violencia, porque el ciclismo es el deporte de la paz.
Por ello, en el grueso del grupo, hay corredores de más de 50 países o nacionalidades, que van desde campeones nacionales hasta mundiales, jóvenes debutantes con sueños e ideales, y grandes veteranos que se niegan a abandonar su forma de vida, vivir sobre la bicicleta. Los gritos desaforados, las pancartas y el público son parte de la energía que mueve al lote de pedalistas en su paso por la campiña francesa, con rumbo a París, la ciudad luz, que por recibirá la edición 103 de la carrera más grande y extenuante del ciclismo mundial, 280 corredores y más de 3.500 kilómetros nos unen porque Tour de Francia somos todos.