Magia olímpica

La fiesta del deporte en todo su esplendor en la maravillosa Río de Janeiro

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Esta aficionada apoya a la dupla brasileña masculina de voleibol de playa, en Copacabana. 

/ Foto Por Agencia EFE

Por Gustavo Flores | Twitter: @Gusflores21

2016-08-10 8:50:00

Como por arte de magia, se borraron de un plumazo los problemas organizativos, las estructuras a medio terminar, las amenazas terroristas, las amenazas de los zancudos con zika, la crisis brasileña… De nada de eso se habla desde hace 6 días en Río de Janeiro. No es magia, son los Juegos Olímpicos.

Hoy se habla, sobre todo de las proezas de Phelps, un superhéroe de carne y hueso, tan humano y con los errores de cualquier vecino en su vida personal y tan ganador de medallas como nadie en la historia.

Se habla de la judoca  Rafaela Silva que pasó al deporte y al oro olímpico escapando de los peligros de “Cidade de Deus” la favela más famosa gracias una película del 2002, imprescindible aún hoy para entender a Brasil. Un ejemplo más -atento El Salvador- de que el deporte es el mejor método para combatir la violencia y la desigualdad social. 

Imposible no admirarse con las acrobacias de las chinas en los saltos ornamentales del agua verde o la perfección del japonés Uchimura en gimnasia artística. Imposible no emocionarse, más allá de los colores, con la selección argentina de baloncesto o con la hondureña de fútbol. Imposible no querer tener varios televisores a la vez para disfrutar de tantos eximios deportistas compitiendo al mismo tiempo. 

Y allí, en la elite del mundo, un puñado de salvadoreños peleando contra los mejores del mundo y superando obstáculos contra sus condiciones para entrenar.

Allí fue Diego Turcios, el judoca que se entrena sin entrenador por falta de fondos, compartió el noveno lugar peleando de igual a igual contra los top.

O Julio Salamanca, quien fue grande en las pesas y entró en entre los diez. O Acosta, la gran apuesta del futuro del deporte salvadoreño que espera el viernes para ser una realidad de la natación internacional. O Arathoon que logró un tercer lugar en una regata olímpica, nada menos.

La magia olímpica existe. Y está entre nosotros.