Pasado el grueso de la delegación salvadoreño en Río de Janeiro, los resultados han sido dispares. El judoca Diego Turcios tuvo a maltraer al número 1 del mundo en su categoría y quedó a una pelea de las semifinales. Julio Salamanca, quien se enteró días antes de su participación en los Juegos, no defraudó.
Y aunque no hizo su mejor marca quedó décimo entre los mejores. Marcelo Acosta, se ha dicho, hizo grandes tiempos en 400m libre y 1,500m libre. En ambas pruebas terminó 22 y fue el mejor latinoamericano. Debería ser la gran apuesta del deporte salvadoreño a futuro. Enrique Arathoon tuvo grandes regatas (tercero fue su mejor lugar) y terminó 24 entre 46 en láser.
Del lado del debe quedaron la tiradora Lilian Castro (la abanderada) y la nadadora Rebeca Quinteros, ambas finalizando en el último lugar de sus competencias. Faltan los marchistas que están liderados por el Maca Medina, un “mago” que fue vital en la única medalla olímpica guatemalteca de la historia (Barrondo, en marcha). Hoy sueña en salvadoreño. El ejemplo hondureño del fútbol nos muestra que no hay imposibles en el deporte. Y que con buena planificación, apoyo serio y trabajo integrado, se pueden lograr cosas. Pensemos y enfoquemos ya en Tokio 2020.