Respeto, valoro y admiro lo hecho por Marcelo Acosta, Diego Turcios, Enrique Arathoon y los deportistas salvadoreños en las competencias, y le doy un extra al considerar el insuficiente o a veces inexistente apoyo que tienen de las autoridades. Lo que no soporto son los discursos de algunos dirigentes y las expectativas que generan en el público, que después reclama lo que le han vendido, so pena de ser tildado de desconsiderado y otras linduras.
Recuerdo que cuando Acosta ganó plata en los Juegos Olímpicos de la Juventud de Naijing, China, se dijo que era medalla casi segura para Río de Janeiro, es más, del mismo COES se dijo, antes de ir a estos Juegos Olímpicos: “Creemos que Marcelo tiene la capacidad para estar en la final en Río, su preparación también ha sido y se ha dado todo lo que el entrenador ha solicitado”, además de confirmar que fueron más de 450 mil dólares invertidos en la preparación de los atletas. Ojalá Acosta y compañía sigan en el camino correcto y nos den una medalla olímpica. Se que con esfuerzo y sacrificio lo pueden lograr.
Ojalá también el tema del apoyo deje de ser un obstáculo para nuestros atletas y tengan una preparación que, de verdad, nos haga soñar con grandes triunfos, pero cimentados en la realidad, no en sueños que, hoy, después de Río, nos despertaron con desesperanzas y con polarizaciones innecesarias o con discusiones de que si son ingratas las declaraciones o valoraciones que se han hecho de nuestros representantes. Pero algunas valoraciones surgieron de las mismas expectativas creadas. ¿O no?
Lo mismo pasó con la Selección Sub-20 mundialista en Turquía. Se dijo también que era el relevo generacional en el fútbol salvadoreño; el surgimiento de una nueva era y pregunto ¿Qué pasó con ese relevo generacional? ¿Dónde están esos jugadores ahora? Acepto que a veces se exige mucho más de lo que se da o se sabe, pero es que esas expectativas que se generan luego se convierten en frustraciones. Reitero, respeto lo hecho por nuestros atletas, pero tampoco soy “dummie”.