El primer oro de Brasil en sus Juegos lo consiguió Rafaela Silva. La yudoca nacida en Ciudad de Dios, una de las favelas más reconocidas en Río. Entrar a la favela es complicado, pero una película del director Fernando Meireles la representa. Los moradores, su mayoría en condiciones irregulares ante la ley, construyen el código de convivencia que rige el asentamiento. Drogas, crimen y el control de facciones enfrentadas hacen que la policía enfrente una interminable lucha por dominarla.
Sin embargo, sus habitantes parecen ya cansados de vivir encerrados en esa muralla de violencia. Si alguno es capaz de salir y trascender, este regresa en búsqueda de otros que le sigan en el camino. Flavio Canto salió de ahí y volvió. En 2004 ganó bronce en el judo de los Juegos de Atenas y tras su retiro decidió arrancar con un proyecto social: un gimnasio de judo en Ciudad de Dios. Rafaela Silva no jugaba en la calle por temor a quedar en medio de las balaceras tan comunes de esa zona. Su escape fue jugar en el gimnasio de Canto.
“Esto es genial para los niños y niñas que están viendo el judo ahora. Ver a alguien como yo, que salió de Ciudad de Dios, que empezó en el judo a los cinco años como un juego, ser campeona mundial y olímpica”. Rafaela evitó la calle con el deporte. Una vida sin otro objetivo más que tratar de llegar al final del día para poder contarla encontró, en el entusiasmo de uno de sus sobrevivientes, la salida. El gimnasio de judo de una barrio sin esperanza, sin futuro, ha construido a una campeona olímpica y como resultado, un ejemplo de esperanza.
Para el 62% de los brasileños, los Juegos fueron “un desperdicio que salió bien”. El resultado de una encuesta de un diario de Sao Paulo que además revela que la mayoría tiene dudas sobre el uso del dinero público para la organización de los mismos. Quedan obras como la autopista que conecta la ciudad por la parte norte, o la extensión de la línea del metro. Pocos habrían pensado en el costo de albergar la cita olímpica tras festejar el penal de Neymar en la final de fútbol o la victoria de los muchachos de Bernardinho el domingo en el voleybol.
Muchos niños se habrían estimulado en las gestas deportivas de estas últimas dos semanas. En Brasil y en todo el mundo. El deporte es capaz de inspirar la base de una sociedad. Sólo falta voluntad para asumirlo y ponerlo en práctica. De un lugar del que no se está supuesto a salir con vida, una yudoca brasileña les ha enseñado que es posible soñar. Hay paralelos que son fáciles de trasladar hacia nuestra sociedad. Es posible pensar que el deporte puede servir como un vehículo para mejorar la autoestima de una juventud con la esperanza oprimida. Que del deporte surgen ejemplos que sirven de luz para iluminar un camino.