El éxito de Gran Bretaña en los Juegos de Río es de fácil medición: sus medallas. 27 de oro, 23 fueron de plata y 17 de bronce. Fueron 67 medallas en total, más que en ningún otro Juego Olímpico desde Londres en 1908. ¡Más medallas que hace cuatro años cuando fueron sede!. Todo esto es fruto de un fracaso. Fue hace veinte años cuando el equipo británico regresó de los Juegos de Atlanta con apenas una medalla de oro. Después de esto el Primer Ministro de aquel entonces, John Major, creó un canal de financiamiento al deporte a través del sistema de lotería. Los Juegos del 2012 fueron solo una pieza en el plan para convertir al deporte en un motor de activación de la sociedad británica.
Es cierto que este triunfo deportivo forma parte de una variable acuñada en su cultura desde hace más de 150 años. Las enseñanzas de Thomas Arnold y el culto del aprendizaje a través del deporte, la dinamización de la clase laboral a través de las sociedades deportivas. Pero es el resultado de un vigente compromiso nacional por la cultura física. Mover a los británicos, construir una sociedad activa. Esos Juegos de Londres dejaron un legado. Las generaciones que lleguen después del 2012 serían inspiradas por el 2012. Así, tras cuatro años de esa cita, Team GB se ha superado.
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La pregunta en el Reino Unido ahora pasa por las formas de hacer sostenible ese éxito. Cómo traducir las medallas en beneficio para la sociedad. Lo han logrado con una ecuación simple: inversión para la preparación. Simple, pero no sencilla porque evidentemente requiere de fondos. Los mismos que soportan a través de la lotería una tercera parte de la preparación de los deportistas, otra parte equivalente surge de la inversión privada. Son los esfuerzos comerciales de cada Federación nacional los que completan el pastel. Los fondos que aporta la lotería han crecido de 80 millones de dólares para la preparación para los Juegos de Sydney 2000 a 370 millones de dólares para Río.
Lo que pasó con Gran Bretaña en Río no es casual, es el resultado de un largo período de inversión en el deporte. Una que no queda exenta a los cuestionamientos. ¿Es necesario invertir por lo que dos semanas de Olímpicos en televisión generan en una sociedad? Dedicar fondos al deporte es mucho más importante que la cosecha de un resultado en un gran evento deportivo. La Organización Mundial de la Salud ha dicho que un dólar invertido en deporte equivale a cuatro dólares de ahorro en salud. Se invierte en espacios deportivos para que los hospitales estén vacíos. Gran Bretaña se debate en estos temas. Una nación con cultura deportiva.
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Lograr que en nuestro país se debata sobre el efecto de los resultados deportivos de nuestros atletas en Río, tendría que ser una obligación. En medio de tantos infortunios (de esos políticos) es momento que le demos relevancia a la salud física y mental de nuestros jóvenes. No hay duda, Gran Bretaña es ejemplo, que el primer paso es aumentar la inversión en el alto rendimiento. En nuestro país no hay política, ni político, al que le interese destinar recursos al deporte. La inversión privada empieza a confiar en el COES por su buen manejo financiero de los últimos años. Ahora faltan esfuerzos individuales que completen el panorama.
El Club Olímpico es un camino, un espacio para apoyar la preparación deportiva y aumentar las ofertas de competencia para nuestros atletas. Si una séptima parte de los salvadoreños lograra comprometer recursos propios para formar parte de este Club, el COES sería capaz de igualar el presupuesto que anualmente el Estado le otorga al deporte, fortalecería su autonomía y no concibiéramos al Estado como el único salvador del deporte nacional. No es utópico, es cuestión de voluntad. El Club Olímpico existe y puede ser el vehículo que impulse, desde la sociedad civil, un cambio trascendental para el deporte. Recursos para la preparación de los deportistas de alto rendimiento rumbo al próximo ciclo olímpico. No es secreto que la mejor receta para el éxito deportivo, es la inversión en la preparación deportiva.