Estamos acostumbrándonos a vivir de la historia. A sentarnos frente a la televisión o ante archivos en Internet, y añorar. A mi me apasionan los documentales de las grandes gestas del deporte de ayer. Imágenes granuladas, en blanco y negro que cuentan las grandes historias del deporte. Lo que fue ayer. Reniego de las alergias que me provocan las hemerotecas, pero quisiera coleccionar años sabáticos para encerrarme en ellas. Sumergirme en los periódicos de antes, quizás con cuentos más agradables. Un tesoro escondido de historias de vida. Vivo fortaleciendo aquello de que todo lo pasado fue mejor.
Después, veo la historia del Leicester. Es como una cachetada para despertar y recordar que no hay mejor cosa que lo que hoy vivimos. Lo de ayer, ya fue. Lo de mañana, ya mañana se encargará de ver como será. La historia nos reclama prestarle atención a lo de hoy. Un equipo que pelea con una cuarta parte del presupuesto de aquellos que están llamados, por la obligación que les da el dinero, a pelear siempre por títulos. Leicester está a un paso de ganar una de las ligas más prestigiosas del fútbol. Su historia es para recordar que en este juego hay cosas que se mantienen intactas al paso de los años: la pelota siempre ha sido redonda y suele premiar a los jugadores que mejor la tratan.
Para esta temporada, Leicester reveló un presupuesto sólo superior a tres de los veinte equipos de la Premier League. Pasó la temporada pasada en puestos de descenso hasta cerca del final cuando casi de milagro salva la categoría. Tuvo que despedir a Nigel Pearson, el conductor de ese milagro después de un incidente de indisciplina que involucraba al hijo de Pearson, también jugador del club. “Salvas la categoría y te echan, ¿ son idiotas quienes manejan el club?” escribía Gary Lineker en redes sociales. Lineker había sido el último jugador del Leicester en ser convocado a una selección inglesa. Era 1986. Para reemplazar a Pearson contrataron a Claudio Ranieri. Para acompañar esa noticia Lineker escribió en Twitter: “¿Ranieri? ¿Es en serio?”.
En estos días en los que Leicester vive a la expectativa de su primer título en la máxima categoría inglesa en los 132 años de historia del club, una cadena de televisión salió a las calles para recoger testimonios de aficionados de la ciudad. ¿Qué le dirían a Claudio Ranieri? Vicki, del mercado de la ciudad le dijo: “Claudio, gracias por lo que has hecho por la ciudad”. Una señora con mas arrugas que canas, a mitad de una calle le dijo: “Claudio, gracias por lo que has hecho por la ciudad”. Una estudiante, parada en la vereda de una zona comercial le dijo: “Claudio, gracias por lo que has hecho por la ciudad”, pero además agregó: “el equipo es ejemplo de que los sueños se pueden alcanzar”.
La temporada del Leicester es una ensalada de cuentos maravillosos. Una muestra, quizás un recordatorio, de la fuerza fenomenal del deporte para generar grandes historias. Un ejemplo del poder del fútbol, del deporte, de movilizar el ánimo de una sociedad. Lo del Leicester, llegue donde llegue, es un cuento de película que el cine no podría contar tan bien como lo cuenta la realidad.