“Mi madre quiso ser bailarina”. Carolina Pascual fue medalla de plata para España en el ejercicio de mazas de la gimnasia rítmica de Barcelona 1992. Relata, para el ejemplar del 40 aniversario del periódico “El País” los sacrificios de su madre por ayudarle a alcanzar su sueño de ser atleta olímpica. En realidad, era un poco el esfuerzo de su madre porque el sueño que ella no pudo tener, nada ni nadie se lo robe a su hija.
Pascual dice que su madre no pudo ser bailarina porque era “de un pueblo muy pequeño y muy pobrecita”.
Carolina Pascual también era de un pueblo pequeño, sin instalaciones deportivas para poder desarrollarse. Llegar a su objetivo no dependía solo de su sacrificio, también del sacrificio de su madre que pasaba cuatro horas al día en una carretera para poder ir al gimnasio a entrenarse.
Ni la dejaban entrar para seguir de cerca los entrenamientos de su hija y quedaba pasando frío hasta cinco o seis horas, “las que fueran hasta que yo salía”, dice Pascual.
Oportuno leer las memorias de una medallista olímpica y el empuje de su madre para poder llegar a su meta. Detrás de un sueño deportivo, hay una madre. A mi me llevó hasta Guatemala para ver de cerca los III Juegos Centroamericanos. Me dio un beso cientos de veces mientras me dejaba en la puerta de atletas del Flor Blanca o me lo daba con el tostón que necesitaba para tomar la Ruta 29 que me llevaba hasta el Castillo Venturoso. Una vez me acompañó en bus desde San Salvador hasta Ciudad Victoria en Tamaulipas, en el norte de México. Todo para que no se me fuera el sueño de ser deportista.
Mañana las festejamos, yo hoy quiero recordar que son motores del desarrollo integral de sus hijos. Impulsoras de fantasías, promotoras de hábitos, forjadoras de personalidad. Es su empuje el que permite observar más allá de los obstáculos. El equipo de apoyo que rodea el éxito de cualquier deportista es muy amplio, pero tiene un principio común. En todos los casos arranca en casa. Con una madre que invita a conocer que en el deporte se adquiere disciplina, se construye un espíritu competitivo, se edifican valores.
Mi madre no quiso ser deportista. No buscó vivir sus sueños a través de sus hijos y sin embargo, todos sus hijos tuvieron sueños deportivos.
Se entregó para que conociéramos del mundo a través de las bondades del deporte. Aquel no era un país de grandes instalaciones ni enormes recursos para el deporte. Como el pueblo de la madre de Pascual, es pequeño y pobrecito. Aquel era uno con madres como la mía, que buscaban dejar a sus hijos la herencia de la educación, utilizando un vehículo universal: el deporte. Madre, gracias por evitar que me quedara en casa haciendo nada. ¡Feliz día!