SAN MIGUEL. Recordar es volver a vivir, y qué mejor manera que a través de algunos de sus protagonistas. Este domingo, Águila y Dragón se enfrentan en una final que más que entre vecinos, es entre hermanos.
Demás está decir que Águila se formó y alimentó en Primera División con jugadores de Dragón en la década de los 50’s, algunos como Maquinita Merlos o Cariota Barraza jugaron en el equipo escupe fuego antes de militar en los emplumados.
Víctor “Quelepa” Rivera fue uno de los artífices del Dragón liderado por “El Catedrático de la Zurda”, que después fue conocido como “Cariota” Barraza. Sí, Juan Francisco era el líder de aquel mítico equipo migueleño que fue campeón en 1950-51 y 1952-53.
“Quelepa”, extremo izquierdo y ahora de 88 años, se emociona al saber que Dragón puede volver a ser campeón, y se esfuerza por recordar sus años de gloria. Dice que era una época difícil para destacar, puesto que Juventud Olímpica, FAS, Santa Anita e Independiente eran equipazos.
Pero tenía de compañero a “Cariota”, a Estaban Blanco, a Miguel “Chiquitín” Benavides, al atajatodo Antonio “Tentación” Ramírez, entre otros compañeros. “Estará un poco díficil contra Águila porque hay una rivalidad histórica, son equipos de tradición”, dijo, sin atreverse a dar un pronóstico, pero en su corazón, gana el Dragón.
Joaquín Ventura conoció al fútbol por su papá, el “Chele Moro” Ventura. Originario este de Santa Rosa de Lima, jugó en el Limeño antes que se lo llevaran al Dragón, a donde conoció a su mamá, y a donde nacieron los hijos. “Mi papá jugó en el Dragón que fue campeón de 1953, me contaba cómo se jugaba, que era más por amor que por otra cosa. Apenas le daban 40 colones al mes, era muy poco. Él jugó con “Cariota”, con “Máquina” Merlos, el “Quelepa”, “Cháchara” Madrid; era un gran equipón, y el Águila que formaron se llevó a Barraza y “Máquina”, cuando comenzó, cuenta Ventura.
Joaquín, migueleño de nacimiento, jugaba en el Internacional de la de Ascenso, de preliminar en los partidos de Águila, cuando René “Pando” Mena era el auxiliar. “Él me iba a ver jugar, entonces me llamó, me probaron, luego me inscribieron, y era duro que lo equiparan a uno porque había mucha gente con talento. A veces los entrenos eran mejores que los partidos, porque los suplentes queríamos ser titulares”, cuenta.
Una vez en el Águila, con 20 años, Joaquín era banca. Ya era el torneo de 1955 y Polío, que era un centrodelantero extraordinario, se lesionó de la rodilla. El equipo había avanzado a semifinales, a donde la Universidad les pegó duro con un 3-1 previo a las fiestas de Navidad y Fin de Año.
“Estábamos todos tristes, nos concentrábamos, nos reuníamos para platicar sobre el partido, ni disfrutamos las fiestas”, cuenta Joaquín.
Para cuando se llegó el segundo partido de la semifinal, no sólo lo ganaron, sino que con contundencia, por un claro 5-1. “Conrado, para motivarme, me dijo que yo era el mejor. Estaba joven, tenía 20 años y era banca. Pero Polío estaba lesionado. Me dijo que anticipara las jugadas, que robara un balón y después buscara a los compañeros para que definieran”.
Dicho y hecho. El meta Gatty Méndez se la pasó al defensa Tony Rojas, pero Ventura se la robó, comenzó a buscar compañeros, mientras veía que los defensas rivales de la U se abrían para cubrir esos posibles pases. “De repente, me di cuenta que ya estaba dentro del área, soy derecho, pero le pegué con la zurda, y cuando levanté la vista, la bola estaba adentro. Escuché cómo todo el mundo gritaba gol, y se acercó Pinho, y me dijo, ¡gritá gol, gritá gol!, y pues me puse a gritar”. Era el segundo tanto del Águila, el primero de Ventura en su carrera en Primera División, y uno de los cinco que le metieron a la U esa tarde gloriosa en la que se ganaron el pase a la final, a donde derrotarían a Alianza por un global de 3-1, tras ganar 2-1 en el primer juego y empatar a uno el segundo.
“La gente dice que ese era un equipo de ensueño”, recuerda Mario “Macora” Castillo. Pero, para entonces, lo que tenían era pesadillas por esa goleada, pero se propusieron darle vuelta al marcador.
“Recuerdo que no pudimos ser campeones antes. Yo jugaba en el Dragón, con “Cisco” Díaz y Roberto Serrano, y el maestro Juan Francisco barraza estaba entrenando al Águila, el famoso “Kinder” que le llamarno después, y nos llamó a los tres para incorporarnos allá por 1972, cuando salimos campeones”.
Pero después llegó otra sequía, cuenta “Macora”. Llegó don Hernán Carrasco al banco, pero tampoco tuvo éxito, y luego, en el 75, llegó Conrado Miranda al banco, y sólo se cambiaron dos extranjeros que no estaban, uno era Ademir Barbosa (arquero) y el otro, Horacio Díaz Luco, chileno que vivía en Costa Rica. Ya teníamos a Pinho, un cerebro, jugadorazo, y con ellos ganamos dos títulos y el de Centroamérica y el Caribe”, recuerda.
“Es que fue un equipo de ensueño, poco a poco fue creciendo la afición no sólo en San Miguel, sino a nivel nacional, y fue en esa época que comenzó a decirse que el Águila era 50 +1 de la afición en el país”, cuenta Castillo, quien aún tiene muy claras las imágenes de cuando venían de camino hacia San Miguel para celebrar ese título del torneo 75-76. “Empezando por ahí por Cojutepeque hasta llegar a San Miguel, en todos los desvíos nos costaba pasar porque había gente por todas partes, nos esperaban, celebrábamos en el Parque Barios a media noche, en la concha acústica que había, era increíble, salían en Jucuapa, Mercedes Umaña, Chinameca”.
Ahora secretario de Dragón, su primer amor, Mario confieza que le va al Águila para esta final, y tiene ael corazón como partido, no es para menos, para él, es como una final entre hermanos. “La diferencia es que Águila lo supieron vender, como marca, a Dragón no”, reflexiona.
En lo personal, es un sentimiento bastante raro, yo soy aguilucho de corazón, pero quiero al Dragón y soy directivo del equipo. Una vez, me dijo Neto Maison, cuando era directivo de Águila, “venís a ver a tu Dragón”, en un partido entre ellos. “No”, le dije, “yo vengo a ver a mis dos equipos”.
Desde Río de Janeiro, Ademir Barbosa, formado en el Flamengo y que había jugado en el Bambú Olimpus y Maguarí, llegó a El Salvador por un hermano, que también jugó en Alianza.
“Elio Rodrigues me vio jugando, y un directivo le dio la encomienda de llevar un portero, me habló y con mi hermano me convencieron de ir, dije que iba a probar, y me quedé. Fui campeón en el 75, y pensé en regresar, pero Elio, Pinho, Carlos García Prieto, me convencieron de quedarme”, cuenta.
Para el meta, “la caravana ha sido la cosa más bella del mundo que he vivido en mi carrera deportiva, la gente súper contenta, los mejores elogios, mucha alegría. Es de mis mejores recuerdos de mi vida del fútbol. Éramos un equipo de nombre, respetado, tanto en Costa Rica, Guatemala, en toda Concacaf. Me acuerdo que en un partido de la Confraternidad, los jugadores del León de México ni creían que les estábamos ganando, y súper molestos armaron un gran pleito, con “Cisco” Díaz se agarraron en el campo, pero la FIFA nos dio el gane al final porque ellos causaron todos los problemas”, cuenta con una carcajada al otro lado del teléfono.
“Sigo pendiente del fútbol salvadoreño, lógicamente soy cien por ciento Águila, estoy acá en Río, pero más allá de que me causará tristeza si no gana Águila, tampoco me molestaría mucho que gane Dragón, es que yo fui también auxiliar técnico del equipo, cuando estuvo Mario Martínez como entrenador, cuando jugaba en el equipo Raúl Díaz Arce, Manfredi Chicas, Moisés González, Marco Antonio, Pereira, y otros excelentes jugadores”.
Estas historias, entrelazadas, cuentan un poquito del pasado de dos más que vecinos, dos equipos casi hermanos que serán “enemigos íntimos” en la cancha por un rato el domingo. Dos historias que al contarlas por separado, se buscan para complementarse, la de Dragón no se explica sin Águila, ni viceversa.