La noche del sábado 7 de marzo de 2015 corrió la noticia como reguero de pólvora: ¡Gregorio Bundio ha muerto!. Y todos aquellos que alguna vez estuvimos bajo la dirección técnica de este apasionado de la pelota, tuvimos que mordernos los labios y elevar una plegaria por su eterno descanso.
Desde entonces hay un inmenso vacío en nuestro redondo, por que Bundio y el fútbol se pertenecían mutuamente, desde sus años mozos en su barrio Avellaneda allá en Argentina, pasando por todas las edades, hasta convertirse en un prócer de nuestro fútbol y en el admirado don Gregorio.Porque desde sus primeros años en su Argentina natal ya intuía la relevancia de la pelota como una herramienta para ganar amigos y promover la paz entre los pueblos, un joven alucinado por su grandeza y su alegría.
Asomado a las canchas como futbolista aprendió como que si fuera un consumado entrenador a disfrutar los sistemas de entonces como la WM, el cerrojo, el cuadrado mágico, los goles y la victoria; a comprender la congoja de la derrota a dejarse fascinar por el fútbol fino y de toque corto que siempre ha caracterizado a los jugadores de su tierra natal y que un día a principios de 1950 con un grupo de paisanos se hicieron al camino para atender una invitación de la Cervecería Centroamericana de Guatemala e integrar un equipo. Ahí venían entre otros el Chingolo Rodríguez, Joaquín Seisdedos, el Ché David, Turcato, Gerónimo Di Florio, Raúl Pibe Vásquez, el Flaco Juan Carlos Fernández, Martinolli, Ché Cevasco, Afro Geronazzo, Ché Cardozo. Integraron el Palermo, usaban el mismo diseño del uniforme del River Plate y al darle rienda suelta a las condiciones que les heredó el potrero o las canchas abiertas, se convirtieron en una fuerza futbolística que daba bailes con el fondo musical de los aplausos. Al no poder competir oficialmente se la llevaban haciendo partidos amistosos que transformaban en recitales y así dieron buena cuenta de los equipos ticos que reinaban en Centroamérica y cuanto equipo pasara por acá. Narra la historia que en una gira por el istmo, el Boca Junior se negó a jugar contra ellos, no era ninguna ganga perder ante un equipo de rejuntados.
Cuando el ciclo del Palermo terminó, algunos integrantes se fueron al fútbol mexicano, otros se quedaron en Guatemala en tanto Raúl Pibe Vásquez, el Ché David, Ché Cevasco y Gregorio Bundio se vinieron al país. Bundio jugó en el Marte y el Dragón, luego derivó en entrenador de nuestros mejores equipos y en uno de los más grandes promotores de las canteras o divisiones inferiores de donde impulsó tantos valores en el famoso baby fútbol. En 1968 El Salvador había competido en las Olimpiadas en tierras aztecas y se venía la eliminatoria hacia México 70. Nunca se había intervenido en una eliminatoria y no había quien se hiciera cargo de la selección, entonces apareció Gregorio Bundio con su auxiliar José Santacolomba y agarraron aquella papa caliente para convertir la oportunidad en nuestra más grandiosa gesta deportiva. Para llegar al Mundial se debió superar a Surinam, Antillas Holandesas, Honduras y Haití. Cada una de aquellos partidos fueron jugados a sangre y juego bajo el influjo motivador del argentino hasta llegar al partido decisivo aquel 8 de octubre de 1969 en Kingston, Jamaica. Ese triunfo ha sido el acontecimiento deportivo más grande de nuestra historia. Tuvo de todo: intensidad, suspenso, emoción y un final que no podía ser más dramático. No hubo figura que sobresaliera sobre las demás, el mérito fue colectivo.Durante el partido la gente se pegó a los radios en una vigilia ansiosa y allá en Jamaica, cuando cayó el gol de Món Martínez, los integrantes de la Selecta evidenciaron enormes recursos espirituales.
Por eso cuando el partido terminó cundió la euforia, la gente salió a las calles para celebrar, reventar cohetes, brindar, aunque la mayoría ya andaba alegre, era la excusa más linda y justificada para agarrar zumba. Muchos se tomaron asueto al día siguiente por su propia cuenta y riesgo luego de 120 minutos de estar pegados a la radio; allá en Kingston los muchachos se fundían en un abrazo interminable, mientras que en El Salvador comenzaba los preparativos para recibir a sus héroes que dirigidos por el gran Gregorio Bundio lograron la hazaña cuando al Mundial solamente iban 16 selecciones. Luego don Gregorio siguió dirigiendo equipos y entregado a otra de sus pasiones, la cocina y la parrilla, pues fue un restaurantero de primer nivel. Hace unos años, el entrenador sin dejar de serlo pasa a una vida más pausada, los años y los achaques lo limitaban pero siempre tenía aquella famosa pasión por la pelota y se lamentaba por el bajón en que había caído nuestros futbol. Antes de su partida, lo fui a ver una tarde y mientras comentaba sobre el caso de los amaños, lo vi llorar como que si hubiera sido el más dañado.
Luego se mostró gozozo al hablar de los centenares de jugadores que había debutado y que habían destacado en selecciones nacionales sin nunca traicionarla. Ahí aparecieron los nombres de Tomàs “Flaco” Pineda, “Pipo” Rodríguez, Salvador Mariona, Elmer Acevedo, Mario Monge, Salvador Flamenco Cabezas, Gualberto Fernández, “Lito” Robles, Wilfredo Peñate, Víctor Manuel “Patío”Valencia, Guillermo “Loro” Castro, Jorge “Indio” Vásquez, Guillermo ”Chino” Ruiz, Mauricio Manzano, “Quino” Valencia, Celso Jurado, “Cali” Cañadas, Silvio Rodríguez. En ese andar fabricó numerosos admiradores y pudo ver los frutos de su trabajo porque los diferentes angulos de su personalidad nunca estuvieron emparentadas con la inactividad, dándole validez a sus opiniones acerca del acontecer futbolero nacional y mundial.
Para sus alumnos siempre fue el guía que los iluminó, un personaje que con su sonrisa bonachona y su nobleza campechana los aconsejaba y que cuando montaba en colera era difícil calmarlo. Ahora ya no nos quedan ni su presencia ni su voz, pero sí su pasión por la pelota, su historia, su ejemplo. Su personalidad sigue merodeando en los estadios, las canchas, las charlas de café. Su recuerdo nos da diarias garantías de que por esta tierra pasó un argentino que la quisó más que muchos salvadoreños y que siempre pregonó sin ambages su amor por todo lo cuscatleco. Don Gregorio entregó su último tributo a la Madre Tierra en el país que tanto quiso, donde con Angelita formaron una bella familia y procrearon a Roberto y a Ángelito. Ya pasó un año de su partida pero siempre es un punto de referencia a la hora de nombrar a nuestros héroes futbolísticos.