Dolor de patria

En mi primera visita a Managua, lo experimenté por primera vez. Se ama y se sufre a El Salvador aún estando fuera.

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Foto Por edhdep

Por Mario Reyes, enviado especial a Managua, Nicaragua | Twitter: @MarioDR

2016-03-09 9:02:00

Nicaragua es uno de esos países afortunados que gozan de una buena extensión territorial con relación a su población. Las aglomeraciones son cosas rara en su capital, Managua, donde los puntos céntricos no se ven muy zofocantes. Salvo en horas pico, el hacinamiento no existe en esta ciudad.

Los taxis abundan, tanto como las coasters en San Salvador. Conductores amables me preguntan por mi país de procedencia y, con una sonrisa en el rostro, les cuento que soy salvadoreño. Que venimos a ver fútbol, a la Selecta, y pretendo que todo marche bien.

Pero no es tan feliz cuando la plática transcurre. Porque hablar de El Salvador fuera de sus fronteras no es cosa fácil. Para nada lo es, cuando hay que rendir tributo a los más de 20 asesinados que a diario cuenta en el país cuscatleco. No es fácil hablar del desorden y retraso urbanístico que hay en tu país natal cuando comparas a una pujante Managua que da pasos firmes en su avance en infraestructura.

Platico con Julio, uno de los taxistas que nos colabora en este viaje. Presume de una ciudad segura, donde “no hay maras”, que es “es la más seguro de Centroamérica”, o que sus habitantes “si no trabajan es porque no quieren, aquí hay empleo”. El Salvador es un país más difícil y cruel, sobre todo cuando lo mirás más allá de sus fronteras.

Aunque Managua también regala buenas sensaciones. Su gran lago, grisáceo pero amable y que brinda algo distinto a una ciudad que a veces se pinta árida, mientras que su clima no dista mucho del nuestro, sobre todo del verano salvadoreño. Sus calles las adornan figuras metálicas, brillantes, que simulan árboles de follaje rizado y rostros coloricos de la izquierda latinoamericana saludan a los peatones de paso.

Nicaragua anima a quedarse. Pero admito que me dolería cambiar a mi terruño, con todo y sus virtudes y defectos. Me quedo con mi convulso El Salvador.