Se viene el Barcelona-Real Madrid y el principal error que podemos cometer es tratar de adjetivarlo. Es un partido único, aparte, especial, entre tantos términos repetidos alrededor del Clásico de España que concentra la máxima atención en el Planeta Fútbol.
En una encuesta realizada por el semanario inglés The Observer, hace 12 años, se sugirió que el Superclásico Boca-River era uno de los espectáculos deportivos que no podía dejar de verse antes de morir.
Aquellos que tuvimos la suerte de presenciarlo, tanto en La Bombonera como en el Monumental, damos fe de la pasión, el clima y los sentimientos que genera el duelo entre los dos equipos más grandes de Argentina. Sobre todo en la época en que podían asistir los hinchas visitantes, antes de los lamentables episodios de violencia que provocaron la restricción y alejaron a la gente de los estadios.
Hace tiempo que los Boca-River o River-Boca no ofrecen un juego acorde a la expectativa generada. Sus últimos cruces estuvieron más relacionados a lo extrafutbolístico que a lo realizado dentro de la cancha.
Sin embargo, un Barcelona-Real Madrid posee características distintivas. Tienen presupuestos muy superiores al resto y la capacidad de reunir a los mejores futbolistas del mundo en un mismo campo de juego. Los que no se cansan de romper redes, los que brillan con sus selecciones, los que pelean por la gloria en la UEFA Champions League, los que se disputan año a año el Balón de Oro.
No importa los 10 puntos de ventaja que lleva el equipo de Luis Enrique en la cima del campeonato, ni que en pocos días arranquen los cuartos de final de la Champions. No hay nada más importante. Sólo se piensa en estos 90 minutos. Se quiere ganar como sea. Después sabremos si el resultado sirve para sentenciar al campeón o para darle una cuota de esperanza al por el momento lejano perseguidor.
Será la primera vez que se encuentren después del 4-0 que cosechó el conjunto blaugrana en noviembre en el Santiago Bernabéu, en el último antecedente entre ambos que condicionó la continuidad de Rafa Benítez. ¿Habrá revancha? Difícilmente se repita una diferencia semejante.
Barcelona y Real Madrid, con un historial prácticamente igualado, cuentan con un poder de fuego admirable. La MSN de Lionel Messi, Luis Suárez y Neymar contra la BBC de Gareth Bale, Karim Benzema y Cristiano Ronaldo. A propósito, se vivirá un duelo dentro del gran duelo: el Pistolero uruguayo acecha a CR7, por ahora el Pichichi de la temporada en La Liga.
Leo Messi está a un grito de los 500 goles en su carrera. Debuta Zinedine Zidane como DT del Merengue en un Clásico.
Además, habrá un emotivo homenaje con un mosaico para el recientemente fallecido Johan Cruyff en Camp Nou y el equipo vestirá una camiseta con una leyenda en honor al crack holandés, un emblema de la historia culé.
En esta nueva era de las comunicaciones, cualquier extraña acción de partido genera mucha repercusión, cualquier gesto de un protagonista no pasa inadvertido, se viraliza rápidamente todo lo que tenga que ver con los equipos más populares del mundo.
Al Barcelona-Real Madrid se lo sigue por TV, radio, computadora, móvil o tablet. Es imperdible. El espectador, partidario o neutral, también tiene protagonismo en las redes sociales y ayuda a agigantar la dimensión del Clásico.
En suma, muchísimos condimentos alrededor de un partido imposible de adjetivar sin caer en repeticiones. Sólo nos queda disfrutarlo. El espectáculo está garantizado.