El pulso era a favor de Lionel Messi, no había discusión, por más que Cristiano Ronaldo, Neymar y el mismo Suárez hayan tenido un gran año. La balanza estaba inclinada al argentino sobre el portugués y se llevó su quinto Balón de Oro.
Dos portentos de futbolistas que tiene en común venir de cunas humildes, como casi todos. Ellos les han agregado empeño, sacrificio y práctica constante; pero cada vez que se habla sobre sus dotes es inevitable la comparación. Ronaldo encaja perfectamente en la mercadotécnia y el glamour del Real Madrid y su búsqueda de galácticos. Messi va de acuerdo a la romántica imagen que persigue el Barca, por eso no se puede concebir que podrían cambiar de club.
Y en este parangón la edad es un factor para tomar en cuenta pues Messi cumplió 28 años el pasado 24 de junio y Ronaldo va a cumplir 31 el próximo 5 de febrero. Ambos son máquinas de jugar fútbol, meter goles y romper récords. A Messi le sobran condiciones, pero la historia está llena de genios que se quedaron en lo que pudieron haber sido y no fueron. Y debe ser un especialista en dolores, todos aquellos que fuimos inflitrados tantas veces, sabemos lo que eso significa, y el argentino fue sometido a un crecimiento hormonal que debe haberlo predispuesto a tolerar penosos procedimientos.
Eso lo ha convertido en el deportista más querido y admirado del mundo. Lo suyo es recibir la pelota fuera del área, por el centro o las bandas, frenar súbitamente de cién a cero, iniciar una corrida vertiginosa eludiendo a dos o tres contrarios, prescindiendo de adornos innecesarios, habilitando a sus compañeros mejor ubicados o colocando la pelota donde el portero no podrá llegar.
Pero también inventa goles de fantasía y los hace hasta con el pecho y la cara. Por eso cuando lo marcan violentamente, los árbitros dudan pues es tan dúctil que piensan que no se caerá o seguirá con la pelota, incluso que aún en el suelo se las arreglará para seguir con el balón.
En esas condiciones, para un árbitro frenarlo en su escapada, significa el escarnio del público. Leo ha llevado al fútbol a un nivel superlativo tal que a veces transforma a sus compañeros en testigos de sus jugadas.
En un deporte colectivo no se puede ser el mejor sin la ayuda de los demás pero hay veces en que sus compañeros hasta parecen estorbarle.
Pero si hay algo que detesta es dejar de jugar, odia la suplencia.
Por su parte Cristiano Ronaldo debe ser uno de los futbolistas mas resistidos del mundo, un narcisista súper rentable y productivo. Todo en él parece haber sido ensayado previamente con el esmero de un primer violín y sus tiros libres más que una jugada, parecen una coreografía repetida hasta la saciedad.
El CR7 es un súper atleta, no hay otro jugador en la actualidad con su potencial atlético pues entiende el fútbol como una competencia donde se debe dejar hasta el último aliento, toda vez que sea en función del gol y si es de él, mejor. Sus corridas por las bandas y su freno son espectaculares y además tiene un sexto sentido para eludir las arteras patadas que pudieran lesionarlo.
A mi modo de ver los grandes futbolistas tiene desarroladas en alto grado dos cualidades: la capacidad de concentración y la capacidad de improvisar sobre la marcha. Ambos las tienen. Messi se concentra abstrayéndose de todo, como un aislamiento inconsciente. Ronaldo lo hace llamando la atención, haciendo que todos lo miren mediante actitudes a menudo incomprensibles como cuando no celebra los goles que hacen sus compañeros o sus gestos de desaprobación cuando no lo habilitan frente al marco.
Sabe que por si solo puede ganar los partidos con una corrida, un disparo y dentro de tales coordenadas la hazaña de uno hace que el otro intente superarlo y viceversa. En esta ocasión el genial argentino lo ha superado con creces, pero más allá de eso, disfrutémoslos porque ese nivel no es eterno. Aunque por ahí asoman Neymar y Suárez.