El timonel y el capitán

Dos gestores de la mística alba fueron el chileno Hernán Carrasco y Salvador Mariona, el primero con su sabiduría diseño un equipo para ser campeón y regalarle triunfos a los salvadoreños; Mariona fue uno de sus más destacados discípulos y estuvieron con nosotros para rememorar la hazaña

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Dos de sus protagonistas nos platican algunas anécdotas de ese encuentro y su visión del fútbol salvadoreño 50 años después.

/ Foto Por edhdep

Por Manuel Cañadas | Twitter: @Memecanadas

2016-01-14 7:26:00

Al gran capitán Salvador Mariona le puede fallar una pierna, como secuela de tanta lesión, pero nunca la memoria. Aquel defensa central del Alianza que el desaparecido Mario “Chamaco” Alfaro bautizara como “El Gigante de Ébano” se asoma puntual a la cita, elegantemente vestido y nos cumple, pues llega acompañado del maestro de maestros don Hernán Carrasco Vivanco.

La puntualidad es rayana en la exactitud tal como llegaba a las pelotas aéreas para que sus porteros no la pasaran mal. Habla con pasión de su segundo amor que es la pelota, porque aclara que primero está Floridalma, la bella muchacha de la que se prendó cuando era un jovencito, para fundar un hogar donde gestaron a Chambita, Rodrigo y Florcita; no podía ser de otra manera, como para corroborar aquello de que la más hermosa sonríe al más fiero de los vencedores.

Y aunque han pasado 50 años de aquella gesta cuando le ganaron al mejor equipo del mundo, el Santos; al narrarlo se transforma en aquel joven animoso que tuvo el atrevimiento de borrar a Pelé y su corte, pero contó para ello con la ayuda del tico Guido Alvarado y Ernesto “Príncipe” Ruano por el centro y en los costados a Roberto Rivas y Francisco Zamora. En la mediacancha Alberto “Pechuga” Villalta y Miguel Hermosilla mientras que en el frente del ataque colocaron a Jorge “Conejo” Liévano, Ricardo Sepúlveda y Juan Ramón “Bruja” Verón. Sucede cada 16 de enero, cuando se recuerda aquel triunfo y los sobrevivientes de la original “Orquesta Alba”, vuelven a la rigurosa moda, porque en el fútbol, los domadores de la redonda son inmortales, habitan en la memoria colectiva de los pueblos.

Las jugadas se vuelven a recrear, los goles se gritan, se vuelven a escuchar los murmullos ensordecedores de gargantas salvadoreñas que no daban crédito a lo que ocurrió hace exactamente 50 años. Chamba lo cuenta a su manera: “A nosotros nos tocó detener a Pelé”. Y lo dice como si se hubiera tratado de una tarea de cualquier mascón. Como si Edson Arantes do Nascimento fuera un mortal cualquiera y no la Perla Negra, el mejor jugador de fútbol de todos los tiempos, que encabezaba aquella trupé de genios, los Globetrotters del fútbol.

“La primera vez que lo frené se enojó. No entendí sus expresiones, pero no fueron amistosas y entonces le presenté disculpas pero en la siguiente le fui igual. Solo me palmeó la espalda. Era un genio, iba bien arriba, pero esa vez le gané casi todas.” Todavía sufre Salvador cuando recuerda que la entrada que le hizo y que el árbitro, el “hermano”, Ramón Mármol Sagastume consideró como penal era legal. Las crónicas del partido así lo definen.

El origen de la Orquesta…

El técnico Hernán Carrasco diría esa noche: “Es bien dificil definir al mejor, el equipo ha funcionado como una orquesta cada quien en su partitura ha estado excelente”, y de ahí nació la “Orquesta Alba”. Y de manera casi inconsciente se hace un recuento de los sobrevivientes y se recuerda a los que ya partieron: Raúl “Araña” Magaña el de los quites imposibles como el tiro libre que le neutralizó a Pepe, Roberto “Burra” Rivas un ilustre antecesor de los actuales carrileros; Francisco “Tigre” Zamora, incansable en la marca; Ricardo Sepúlveda cerebro de aquella escuadra y Dante Juárez, argentino estrella del Necaxa de México a quien contrató el licenciado Ernesto Sol Meza para que jugara unos minutos en la punta. Los demás se desempeñan en diversas facetas: Ernesto Ruano atiende su joyería en Santa Ana, Guido Alvarado vive en su natal Costa Rica, Alberto Villalta con algunos problemas de salud pero transcurre sus días otoñales rodeado de los suyos, Jorge “Conejo” Liévano reside en Utah, Estados Unidos y viene de tanto en tanto al país y los argentinos Juan Ramón Verón y Santiago quienes jugaron ese día, pasaron como meteoros por nuestro fútbol dejando una estela que siempre se recuerda. 

En aquellos tiempos la carta de Pelé no tenía precio, el estado brasileño lo había considerado patrimonio nacional y los sueños de los grandes equipos europeos por contratarlos se quedaron en el intento.

Don Hernán Carrasco quien se prendó del alma salvadoreña y para dicha nuestra se quedó a vivir entre nosotros, platica de la leyenda como que si la tuviera a la mano, “antes de mi llegada al país había enfrentado en tres ocasiones al Santos con equipos chilenos, sabía como se desplazaban, como se ubicaban en la cancha, como pasaban la pelota, cómo la mataba con el pecho. Tenían una velocidad increíble, pues de repente metían segunda, hasta llegar a quinta y te dejaba atrás”. Sin embargo, para los jugadores del Alianza ha sido siempre una constantes decir que se olvidaron de quien era él, le tenía respeto pero no temor. “Se escuchaban muchas cosas de Pelé, pero no había mucho contacto con el exterior; las noticias llegaban escuetas, así que no sabías a qué te ibas a enfrentar hasta que se movía el balón y el brasileño lo tocaba”, dice Mariona. 

Por entonces no habían transmisiones en la televisión y se dice que el dirigente Ricardo Sol Meza ha conservado una cinta con la narración del partido. Muchos pueden presumir de haber visto aquel partido, así pasen los años. Ricardo Sepúlveda y Raúl Magaña se fueron de este mundo pero siempre encontraban quien le recordara aquel partido, el gol de penal del Chele y los quites de Raúl. Incluso jóvenes que no habían nacido les daban las gracias por haber sido piedras angulares sobre las que Carrasco Vivanco edificó al Alianza. 

Ese mismo año 66, el chileno viajó a Inglaterra a sacar un curso para entrenadores y fue una gran sorpresa cuando sus compañeros de diversas nacionalidades le hicieron un homenaje por haberle ganado al Santos de Pelé. Y ahora que coincide con el título ganado por Alianza, don Hernán de nuevo insiste con lo de las canteras, ese su constante consejo de que los equipos deben preparar a sus futuros jugadores. Pero hemos retrocedido y la dirigencia hace oídos sordos. 

Esa fue la página más brillante escrita por el equipo capitalino, que pasó a la historia como una hazaña inolvidable de nuestro fútbol.