Crimen

En El Salvador, técnicos van y técnicos vienen, pero nunca nadie da razón de sus salidas

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Foto Por edhdep

Por Por: Mario Reyes | Twitter: @MarioDR

2016-02-11 8:31:00

Cubrir el cese de un técnico en el fútbol salvadoreño es como asistir a un velorio. “Era una gran persona”, “era muy buen profesional”, “estamos muy agradecidos por todo lo que hizo”, “ha dado mucho a esta institución”…

O a veces, esto equivale a asistir a la escena de un crimen. Un cúmulo de dudas y muy pocas respuestas, todas variopintas. “Los resultados no lo acompañaron”, “no jugábamos bien”, “nosotros tratábamos de implementar su idea”, “su ciclo ya terminó”, “decidió dar un paso al costado”.

En este país y en esta liga, muy poco se sabe sobre el despido de los técnicos. El último caso sonado es Rubén Alonso, el uruguayo que recién sacó campeón al Alianza tras cinco años y medio de sequía y quien, seis partidos después de ganar la final, dejó de ser el entrenador de los albos este miércoles tras perder 1-2 en casa contra Santa Tecla.

La pregunta nunca falta: ¿Por qué los echan? Las hipótesis son diversas: ¿quién lo está echando?, ¿acaso es una directiva (o directivo) inconforme?, ¿los jugadores “le hicieron la camita” (expresión tan nuestra)?, ¿o será que realmente no se siente capaz de mantener el barco a flote?

Al menos en el caso de Alonso, él mismo ha asegurado que no renunció, contrario a las primeras versiones que circularon la noche misma de su despido. “Los resultados me dejaron fuera de Alianza, yo no renuncié. Estaba condicionado a los resultados”, indicó Alonso hoy en la mañana al periodista Natán Flores, sin dar tampoco una señal clara de quién lo hizo saltar por la borda. “Quiero dejar claro que yo no renuncié”, repitió Alonso en una nota pública, con cierto dejo de mistero.

Aunque al final, el fútbol salvadoreño ya nos tiene acostumbrados a esto: técnicos que van y técnicos vienen. Pero nunca nadie sabe “de qué se murió el muerto” (sic). Desde los clubes más chicos hasta los grandes, pasando por las distintas selecciones nacionales.

Cuando un técnico no obtiene los resultados, siempre termina todo en lo mismo, aún cuando lo que cosecha en el campo de juego no es 100 por ciento obra suya. El DT no juega, no patea al arco ni tampoco da los pases. Mucho menos es el encargado de organizar pretemporadas, tener a un equipo al día o cerciorarse de que la armonía institucional y el respeto a las políticas de trabajo se respeten.

Llama la atención el caso de Marte, donde hubo otro técnico cesado. Su presidente, Hugo Carrillo, declaró hoy a Fanáticos Radio que “es increíble que jugadores de Primera se vayan a jugar a canchas de fútbol rápido, eso es imperdonable”. Pues parece que sí es perdonable, ya que hasta la fecha no han despedido a un solo jugador marciano, aunque sí lo hicieron con el técnico Douglas Vidal Jiménez tras la derrota 1-0 ante UES en duelo directo por el descenso.

(Lo de Marte es aún más insólito, pues Carrillo de despidió a Jiménez, actual presidente de la Asociación de Entrenadores de Fútbol de El Salvador [AEFES], ante las cámaras y micrófonos de los medios de comunicación minutos después de perder ese partido).

Todo apunta a que el culpable de la “muerte profesional” de nuestros técnicos es un agente externo a ellos; un “algo” que, por desgracia, los termina matando a ellos solos. Este asesino misterioso, esta plaga, o lo que sea, rara vez se cobra la carrera de un dirigente, del capitán de un equipo o de otra persona que tal vez pueda estar haciendo mal su trabajo (aunque haya excepciones muy contadas).

A estas desgracias se les sigue cubriendo con la sábana de “malos resultados”, o del “mal juego”, o del cada vez más habitual “perdió el control del camerino”. El despido de los técnicos en El Salvador sigue siendo un crimen sin resolver.