Los duelos de Chalate siempre son una fiesta. Los norteños han intentado poner un ingrediente novedoso en sus presentaciones, desde las famosas vaqueritas, en el pasado norteño, hasta llevar paracaidistas a su escenario: El Gregorio Martínez.
Contra el Águila, los alacranes poco a poco fueron poblando las gradas del Sombrero, como también se le conoce al estadio morado y se hicieron sentir con más bullicio que armonía, y el show, desde antes del Himno Nacional, se lo estaban robando los migueleños.
A los emplumados no les faltó ritmo, confeti y alegría en sus cantos, tanto así que los hinchas del Chalate les dieron el visto bueno. Ya con el partido en juego, la disonancia era tal que, quizá exagerando un poco, era un concierto de banda de paz profesional contra un combo playero.
Y mientras la barra crecía en confianza, dentro del campo lo hizo el equipo dirigido por Ramón Sánchez que se tuvo que conformar con un empate en una cancha durísma que ya suma 24 fechas sin ver caer al Chalatenango.