Era un día muy caluroso. Tomar agua en repetidas ocasiones por un breve lapso de tiempo no aseguraba quitarse el yugo de la sed. Las piedras se derretían. El sol se veía más cerca que nunca. Verano crudo.
El juego comenzó, partí desde la delantera como único punta. El pseudoentrenador que tenía, siempre nos hacía jugar más defensivo que Grecia dirigida por Mourinho. El esquema era así: 6-4-0. El “4” iba en forma de diamante, y yo era quien más lejos estaba de nuestro arquero: Jaime “Beep-Beep” Menjívar.
A Beep-Beep le gustaba quedarse en el arco. Tenía notable estatura. Y también zancada. Corría tanto como una gacela perseguida por un guepardo. Juraría que tuvo cicatrices en su rostro de la fuerza con la que el viento cortaba sus mejillas al correr.
El juego comenzó de cara para nosotros, convertí de tiro libre al minuto 5 bajo mi especialidad favorita, a lo Juninho Pernambucano. Disparo seco, sin fricción, esquinado y fuerte. El arquero contrario solo hizo vistas. Cantalo. 1-0.
Bajo el miserable dibujo táctico que teníamos, los pelotazos para que corriera a las espaldas de los centrales abundaban. Tanto, que eran casi en cada despeje, casi.
La cancha engravada hacía problemático transitar sobre todo por las bandas, donde lograba descolgarme. Creo que hubo restos de grama en la infancia de mi padre, que tiene la edad de Sir Alex Ferguson.
Bajo la misma tediosa y repetida tónica pasaron 40 minutos, hasta que una desgracia ocurrió.
Beep-Beep salió lesionado y nuestro arquero suplente Víctor “Patas” Escobar entró en su lugar. Primer cambio obligado.
Un córner sumó la segunda desgracia del juego, en los minutos agregados. Le pegaron fuerte a Patas en las costillas derechas. Quedó tumbado un rato, pero luego con muchas sensación de dolor pidió continuar. El árbitro dijo juegue.
Terminó el primer tiempo 1-0, y nos fuimos al descanso preocupados por el estado sanitario de Patas.
Volvimos y el DT Mauricio “Triple H” Ángel mandó dos cambios. Pasa que Ezequiel “Xequi” Rocha y Mauricio “Remo” Laínez no daban más, víctimas de la insolación. Estoy seguro que nadie tenía un termómetro, pero quizás en el sol habían 50 celsius de térmica. Alto Sahara en El Salvador.
Empezamos el segundo tiempo bajo el mismo esquema, mientras que el otro equipo metió tres hombres más.
Decididos a sacar el resultado, no nos movimos del guión. Raúl “Punche Coloho” Hernández y Roberto “Trix” Contreras seguían sacando todo del fondo. Nadie se atrevía a usar una fórmula distinta. Una comodidad silenciosa minó los pensamientos del equipo, y lo pagamos caro.
A 15 del final, mano en el área y penal para los Merengues, el equipo contrario. Kevin “Adorno de mesa” Pérez se encargó de cobrarlo.
Adorno de mesa lo arrojó al cuerpo de Patas y el rebote le quedó para decretar el 1-1, un resultado que nos eliminaba.
Ya sin cambios, HHH nos dijo que nos paráramos 6-2-2. Muy conservador aún a mi parecer.
Patas no dio una más, nadie se había enterado que el balonazo del penal había pegado en sus costillas dañadas. Le costaba respirar un poco, y decía no soportar más el dolor.
HHH dijo: “Bueno Patas, salite, ya vemos a quien ponemos en el arco”.
Nadie quería ir al arco.
En un acto suicida, me ofrecí para ir al arco. Todos me miraron sorprendidos.
“No Ruud, sos el más bajito, cómo te pones a creer”, dijo Walter “Eructo de tren” Rivera.
“Me la juego, no se hable más”, repliqué.
El juego continuó y con uno menos se nos vinieron encima. Hubo primero un remate de Emerson “Sempai” Flores, y otro de Juan José “Zlatan” Morales. Mi mayor temor tras esos intentos de larga distancia que pude despejar fueron los centros.
Le dije a Trix rápidamente que me levantara con el Punche en el próximo centro. Ambos apenas poniéndome atención me preguntaron: ¿Qué?
“¡Como un Line-Out de rugby!”, les grité despesperadamente.
Ambos captaron la instrucción.
En el primer centro con peligro que detecté les dije: ¡Vaya! Y ambos me tomaron por la cintura, como si de danza teatral se tratara y le logré arrebatar el balón de Roberto “Mamachancha” Tobar, que seguro remataba a gol si le entraba.
La misma operación hicimos en defensa tras cada centro, pero adelante ni Eduardo “Frene” Hernández ni Josué “Chimbo” Escobar lograban enganchar una sola, preocupados más por defender y sin más arresto físico.
El tiempo se agotaba, y quedaríamos eliminados.
Encima el arquero visitante Juan Carlos “Pingüino escaldado” López estaba merodeando la media cancha, como si de Manuel Neuer se tratara. Todo parecía que resultaría mal para nosotros.
Hubo un tiro libre a favor de los Merengues, y cuando Jonás “Rafa Burgos” Martínez se paró frente al balón dije: “Va afuera”.
Rafa Burgos le dio y para mi sorpresa el tiro pegó en la barrera y me cambió la dirección del balón. Iba a gol, y alcancé a sacarla con un par de milímetros del guante. Pegó en el poste y se fue afuera con alto drama. Sin equivocarme tras el córner el árbitro pitaba. Tuve una idea, pero ya no me tenía que levantar tipo rugby, perdería demasiado el tiempo.
Pensé que la jugarían en corto para perder el tiempo, le dije a Trix y a Punche que dejaran el área y los fueran a apretar. Les dije que al no más quitar el balón lo despejaran, y así hicieron.
Al no más cobrar el córner salí escupido hacia la otra esquina, Trix logró robar el balón y lo despejó, pasé a espaldas de todos y corrí como si se me hubiera incendiado el pantalón.
Pasé la media cancha y el balón llegó poco después de la media, desde la banda logré correr hasta el medio para llegar hasta él, pero las piernas ya no me daban para correr más.
Todos salieron hacia mí, en acto desperado le pegué con una fuerza, y pensé que había despejado el balón.
El esférico entró en la meta contraria de martillito. Yo me caí y cabizbajo, escuché el grito del público presente.
Todos los del equipo morían a carcajadas al verme, y me pregunté de qué rayos se reían.
“Dejaste tus tacos por allá”, me dijo Punche.
Estaba descalzo, y ni cuenta me había dado.